viernes, 25 de junio de 2010

“LA MEDITACION DE LA VIDA SEGUN EL P. KENTENICH” P. Humberto Antwandter Cuadernos Patris, Edit. Patris S.A. Santiago, 1977 (89 págs.)

FICHA 1
“Para nuestro Padre Fundador l fe práctica en la Divina Providencia, la convicción del actuar de Dios en la historia personal y general está inseparablemente unida a la reflexión meditativa, a la oración meditativa, a la meditación. No descubro, no percibo ese actuar de Dios si no me detengo a contemplar. Por eso fe práctica en la divina providencia y oración meditativa son dos caras de la misma moneda y se condicionan mutuamente.
La meditación no es, en primer lugar, una determinada acción o un ejercicio práctico exterior. Es una actitud interior; es un tratar de encontrarse con el Dios de la vida en la propia vida, para que ese Dios de la vida se convierta en Dios de mi vida.
Para esto el p. Kentenich (p. K.) propone un cierto método que tiene vigencia y fecundidad en la medida en que está inspirado en la actitud de la fe práctica. Eso no significa que él excluya otros métodos que nos ayudan a recuperar la tranquilidad interior. Hay muchas formas, ejercicios o prácticas que, en medio del ajetreo, en medio de las presiones de la vida diaria, no ayudan a tranquilizarnos, a serenarnos, a guardar la paz, la tranquilidad, la calma. Así, por ejemplo, el training de las meditaciones trascendentales, los ejercicios de yoga; éstos, si bien tienen subyacente una determinada antropología y visión religiosa no siempre compatible con el cristianismo, tienen un efecto de apaciguamiento, de tranquilidad, de serenidad, que a muchas personas en el vértigo del actuar de hoy les ayuda a serenarse, pero no les dice nada más allá una vez adquirida la serenidad. La serenidad es un regalo para algo; la serenidad por sí misma no basta.” (p. 6-7-)


FICHA 2
“Para la práctica concreta de la meditación el p. K. propone tres preguntas sencillas que cada uno puede formular a su manera:
Primera pregunta:
Ante cada acontecimiento o vivencia que hago yo objeto de mi reflexión, de mi meditación, me pregunto ¿qué me dice Dios a mí a través de ese hecho?
Segunda pregunta:
¿Qué me digo yo a mí mismo por esto que está ocurriendo o que me ha ocurrido?
Tercera pregunta
¿Qué le respondo yo a Dios?
Resumiendo, se trata de un esquema en que el p K. nos invita a ejercer la meditación: qué me dice Dios, qué me digo yo, qué le respondo a Dios?”(p.8)


FICHA 3
“La meditación es tratar de encontrarse con Dios, de dialogar con Dios. Para ello necesitamos la fuerza y la presencia del Espíritu Santo. Es El quien une el Padre y el Hijo, El es el diálogo entre el Padre y el Hijo y es quien nos enseña a dialogar con el Pare, con Cristo, con la Mater, con nosotros mismos, a la luz de Dios.” (p. 9)


FICHA 4
“La meditación del día transcurrido se hace en la tarde o en la noche. La meditación del día anterior se puede hacer en la mañana siguiente. LA meditación puede ser sobre el día anterior, sobre la semana anterior, el último tiempo. Depende de qué espacio queremos meditar, de aquello que espontáneamente nos venga a la mente y al corazón. Porque eso será una vivencia que nos tocó, una alegría, una gran pena o dolor, algo que nos motivó especialmente.” (p. 9)


FICHA 5
“Tantas cosas pasan por la mente y el corazón; mucho me digo a mí mismo ¿Qué le respondo a Dios, qué le digo a Dios?
Le expresamos nuestros sentimientos. Aprender a expresar nuestros sentimientos, dialogarlos con Dios, conversarlos con El. No necesito hacer un discurso a Dios sino poder decirle lo que estoy sintiendo.” (p. 11)


FICHA 6
“Expresamos nuestra gratitud. El sentimiento de gratitud se descubre cuando se descubre algo, cuando se experimenta una ayuda...” (p. 12)


FICHA 7
“Queremos aprender a encontrarnos con el Dios de la vida, con el Dios de mi vida, el Dios de nuestra vida. Y encontrarnos con El hoy, ahora, y no especialmente en el ámbito religioso explícitamente, donde normalmente es más fácil porque se escucha una homilía, o porque vamos a rezar al Santuario o participamos en una eucaristía, sino en el ámbito de lo que está ocurriendo cada día, donde los actores son personas humanas de carne y hueso y no santos con aureolas y, por eso, los vemos tal cual son: personas humanas.
En ellas (las personas) tenemos que ver la transparencia y descubrir que ellas también son instrumentos de Dios. En Schoenstatt decimos que Dios gobierna al mundo mediante causas segundas libres, especialmente a través de personas humanas. En teoría es fácil decirlo, pero en la práctica se nos hace difícil.
Para poder descubrir esa acción de Dios y asumirla, necesitamos detenernos, necesitamos ejercitar la fe.

LUNES POR LA TARDE Reuniones con familias P. José KENTENICH Tomo 20 (El amor conyugal, Camino a la santidad) Edit. Schoenstatt, Stgo., 4ª edic., 20

FICHA 1
“Vale decir que la medida del Señor se dirige plenamente hacia la célula primordial de la sociedad humana, el matrimonio y la familia, y nosotros somos casados. Por lo tanto, desde el punto de vista del orden del ser objetivo, el tema toca el nervio más íntimo de nuestra vida anímica.
Si se informan un poco sobre las corrientes de pensamiento presentes hoy en todo el mundo católico, percibirán en todas partes el mismo clamor: ¡concentrémonos en las familias! Es cierto, tenemos que hacer apostolado en todas las áreas, pero el apostolado más grande es el apostolado de la familia, vale decir, salvar a la propia familia”. (p. 23)


FICHA 2
“En nuestra calidad de padres de familia podemos considerarnos desde dos ángulos. Primero, como esposos y esposas, y luego como padres y madres. Como padres y madres estamos relacionados con nuestros hijos, y como esposos y esposas estamos el uno frente al otro, especialmente desde la perspectiva de la vida específicamente matrimonial, y dicho más exactamente, desde la perspectiva del acto conyugal.” (p. 23)


FICHA 3
“La conclusión es que debemos colocar más en primer plano las cosas terrenales. E indicarle al laico caminos para asumir, utilizar y valorar las cosas terrenas, y cómo llegar a la santidad a través de ellas.
Repasen la literatura actual y constatarán más y más esta tendencia. Hay un hecho curioso que se repite a lo largo de los milenios: Dios guía muchas veces a su Iglesia valiéndose de corrientes adversas a ella. De ahí que tales corrientes tengan siempre su ventaja. Si la Iglesia existiese como un ente aislado y volcado sobre sí mismo no se podría dar muchos progresos en ella.” (p. 27)



FICHA 4
“Comprueben un poco si nuestra espiritualidad laical no es en líneas generales copia de la espiritualidad de los religiosos, lo que constituye un contrasentido. La vocación de los religiosos conventuales es apartarse lo más posible de las cosas temporales, pero nosotros, los laicos, estamos llamados a ir hacia el mundo, a meternos en él. Necesariamente tenemos que ver con las cosas terrenales; en nuestra calidad de laicos no hemos sido creados para rehuirlas. Más aún, hay que volver a aprender a amarlas. Sí, amarlas, incluso al dinero, los bienes materiales, la belleza de la naturaleza, el arte y la ciencia. Precisamente porque tenemos que tratar con ellos. En este sentido existe hoy en la Iglesia un peculiar y fuerte movimiento de revalorización como nunca antes se había registrado en su historia.”
(p. 26-27)


FICHA 5
“Pero una de las tareas más esenciales es la de estar presente en mi casa con mi familia, vale decir, debo colaborar con mi esposa en la educación de los hijos. No digamos entonces que estamos cansados, y que los “peques” nos dejen en paz. Es caer en una actitud extrema. Uno de los cónyuges quiere estar todo el día trabajando afuera. Tiene su cuota de razón; por eso es difícil hallar el justo equilibrio. Ahora bien, no pasemos por alto el siguiente razonamiento: según el orden del ser yo tengo que estar a la cabeza de la familia, por tanto, mi apostolado central será velar por mi familia.”(p. 29-30)


FICHA 6
“También aquí existe entre los católicos la sensación de que la satisfacción del instinto es una mera concesión a la debilidad humana. Observen que se trata nuevamente del desprecio de los valores de la naturaleza. En la satisfacción de la apetencia sexual subyace también un valor. Y en el matrimonio nos concedemos un derecho mutuo a ello.
...En primer lugar, el hombre es la imagen del Dios Trino, y en segundo lugar, en el plan de Dios está consignado que ambos sexos se complementen mutuamente.” (p. 33.34)


FICHA 7
“Imagen del Dios Trino: tres Personas y un sólo Dios. Algo similar ocurre aquí: en el matrimonio debo conservar el carácter personal, y al mismo tiempo ser con el cónyuge una sola carne. Vale decir que también en el acto conyugal debo cultivar mi carácter personal.” (p. 34)
FICHA 8
“Arribados a este punto creo que sería oportuno traer a colación los siguientes términos: sexus, eros, ámor, cáritas o agapé.
...Fíjense que todas estas formas del amor tienen que estar integradas en el acto conyugal...Pare y madre, vale decir esposo y esposa, tienen derecho al acto sexual y con ello al placer sexual. Pero para que esta unión no se convierta en un acto animal debo realizarlo como persona.” (p. 35)


FICHA 9
“Eros
El eros opera como una protección del amor sexual...: la mutua complacencia que siente el uno por el otro (una complacencia a nivel de los sentimientos, sin afectación de la genitalidad. Eso es lo que se designa propiamente como el amor de eros.
...Parte de la santidad de la esposa es que ella se arregle para su marido. Naturalmente, ese arreglo no debe ser pecaminosos, pero sí agradar al esposo. A su vez ése tiene que comportarse de tal manera que agrade a su esposa. Somos imágenes de Dios que es Trinidad, que es tres personas, por eso en el matrimonio no hay que prescindir de la dimensión de lo personal. Y para que el acto conyugal no sea un acto animal los esposos deben cultivar siempre ese amor de eros más allá de lo avanzados en edad que estén.”
(p. 35-37)


FICHA 9
“Amor
Al eros sucede otra estructura de protección: el amor espiritual. En mi esposa descubro también valores espirituales...debo rescatar dichos valores y cultivarlos, y viceversa.” (p. 37)


FICHA 10
“Y llegamos así a un último nivel de amor. Es el que llamamos ágape o cáritas, el amor sobrenatural. Observen que el amor que le profeso a mi esposa debe ser también un amor sobrenatural ¿Porque amar a mi esposa? Porque su cuerpo es asimismo morada de la Santísima Trinidad. Ella es una personalidad llena de Dios. Valoraré y protejeré esa realidad.” (p. 37)




FICHA 11
“¿Qué misión tiene sobre todo la mujer en el matrimonio? Velar para que el acto conyugal y la vida conyugal no carezcan del elemento espiritual del amor. Sobre todo compartir la responsabilidad de no dejar que decaiga el eros ni se descuide el amor sobrenatural.” (p. 38)


FICHA 12
“Precisamente porque nuestra fe no tiene la suficiente profundidad ni la suficiente fortaleza tratemos de aplicar aquí y ahora en nuestra vida cotidiana esta consigna de ser hombres de fe.
Reflexionemos sobre nuestra situación personal, sobre la cruz y el sufrimiento que afrontamos en nuestra propia familia. No son casuales sino parte del plan del Buen Dios. El persigue con ello un fin particular. Aunque no sepa cuál es ese fin, creeré en su Poder y en su acción, tanto a nivel del acontecer mundial como de los pequeños hechos de mi vida personal.”
(p. 56)


FICHA 13
“Oremos sin cesar por nuestro crecimiento en la fe, para llegar a ser verdaderos niños de la Providencia. La fe en la Divina Providencia le exige al entendimiento muchísimos saltos mortales, y también el corazón y la voluntad, pero sin esos saltos mortales no se puede crecer en la fe.” (p. 57)


FICHA 14
“...Mi objetivo sigue siendo siempre el de motivar un cambio en la actitud fundamental de ustedes.
...Luchemos conscientemente por una espiritualidad específicamente laical, por una espiritualidad específicamente matrimonial. Más aún, diría que hay que hacerlo no sólo como familia sino en especial como matrimonio.” (p. 57-58)


FICHA 15
“Que todo lo que le es permitido a los esposos y no les es permitido a los demás, incluso el acto conyugal, sea un camino hacia la santidad.” (p. 58)




FICHA 16
“...los esposos estamos llamados a complementarnos mutuamente, tanto a nivel corporal como espiritual y anímico.
Siempre se trata de la misma consigna: que lo que hagamos esté en armonía con la dignidad de la persona. En el acto conyugal debo salvaguardar mi propia dignidad personal y la del otro, la de mi cónyuge. De lo contrario no estaré respetando el orden del ser ni el núcleo mismo del acto conyugal, que ejecutan persona y no animales.” (p. 59-60)


FICHA 17
“En el libro del génesis se nos dice que Dios creó a Adán ¡y cómo creó a Eva? Tomando una costilla de Adán. La imagen evoca la peculiar biunidad existente entre hombre y mujer.
...Si el acto conyugal sólo es expresión de amor sexual, se desdibujará el factor personal, lo cual no quiere decir que el acto conyugal como tal no deba ser apasionado. Puede serlo y también debe serlo, porque el ardor es parte de la naturaleza del amor sexual. Sin embargo al amor sexual debe unírsele de alguna manera el amor de eros, el amor espiritual y el sobrenatural.” (p. 61-62)


FICHA 18
“Amor espiritual
...la mujer casada debe cultivar un cierto tipo de virginidad. Esa especie de virginidad consiste en el cuidado del elemento espiritual en el amor de los esposos, vale decir la interacción del amor de eros, espiritual y sobrenatural... En el acto conyugal mi prójimo es un hijo de Dios y miembro de Cristo. Este pensamiento nos ayudará en esos momentos a conservar el mutuo respeto.” (p. 63)


FICHA 19
“A modo de resumen ¿qué habremos de recordar? que el matrimonio y el acto conyugal no son realidades que se vivan al margen, sino que es preciso modelar para que sean camino de santidad. Un elemento clave en esta labor es cuidar de que cuando realicemos el acto conyugal no se desvanezca el carácter personal de los esposos.” (p. 64)




FICHA 20
“Pensemos en aquellas palabras de San Agustín: “El que nos creó sin nosotros no nos redime sin nosotros”.
Ciertamente en nada podemos contribuir para nuestro nacimiento, pero si queremos ser redimidos no debemos dejar sólo a Dios en su obra, sino que es necesario colaborar con él.” (p. 70)


FICHA 21
“Algo similar ocurre en la vida religiosa. Dios exige algo de nosotros, y lo que nos devuelve a cambio de ello, sumando “los intereses devengados”, es infinitamente mayor que lo que habíamos depositado. La imagen del buen inversor les ayudará a comprender mejor y más profundamente la expresión “aportes al capital de gracias”.
La Alianza es algo similar a un negocio de inversión. Ya los hemos definido en otra oportunidad como un intercambio de corazones, de intereses y de dones. Asumámosla con seriedad y cumplamos con ella; de ese modo seremos buenos inversionistas.
...Al sellar una Alianza con la madre del Señor ¿qué presente le ofrecemos? Los méritos de nuestras buenas obras, nuestras capacidades corporales, psíquicas y espirituales...¿Qué don nos hará María Santísima? Ella nos dará todo lo que posee ¿cuáles son estos bienes? Contemplemos el cuadro que preside el Santuario: en él observamos a la Virgen que sostiene al Divino Niño en sus brazos. Es en primer lugar a ese niño a quien recibiremos a cambio de la ofrenda que le hayamos hecho a la Santísima Virgen de toda nuestra persona.
Pero ella nos regala aún más. Recordemos que el niño descansa sobre el brazo de su madre, haciendo así de él un brazo poderoso. Nosotros le elevamos a María Santísima nuestro desvalimiento, y ella a cambio nos brinda su omnipotencia suplicante: mater perfectam habebit curam..Sí, ella vela por nosotros ¿porqué? Porque se trata de un intercambio.
¿Qué significa que ella nos regala a su Divino Hijo? Que nos conduce a El, lo pone en nuestro corazón, y de esa manera nos hace inmensamente ricos ¡qué magnífico negocio habremos hecho entonces¡
¿Que más nos dará la Sma Virgen? Sobre su cabeza vemos resplandecer las lenguas de fuego que descendieron sobre ella en Pentecostés. Son los dones del Espíritu Santo. La Madre del Señor nos hace obsequio de esos dones, y ellos nos impulsarán a abandonar la mediocridad y lanzarnos hacia el heroísmo. Pero no olvidemos que la Santísima Virgen nos regalará también la espada de siete filos que traspasa el corazón.
Asumamos y vivamos con seriedad la Alianza de Amor. Y si así lo hacemos, habremos dado testimonio de que realmente somos buenos hombres de negocios, buenos inversionistas.” (p. 71-74)


FICHA 22
“La Alianza de Amor es igualmente un intercambio de intereses. Que nuestros intereses se conviertan en los de la Santísima Virgen. Reflexionemos acerca de cuáles son estos intereses nuestros. Por supuesto, en razón de nuestra condición de padre de familia el interés principal es que nuestros hijos lleguen a ser personas de bien en la vida. Estamos seguros de que la Sma Virgen y el Dios Trino hacen suyos nuestros propios intereses. Esto es muy importante justamente para nosotros los padres de familia. Sí, la Madre del Señor y el Dios Trino están interesados en que nuestros hijos lleguen a ser personas de bien.
¿Y cuál es nuestro interés como esposos? Ayudar a nuestro cónyuge en su camino a la santidad, evitar serle un obstáculo en el camino hacia el cielo, ya que fácilmente se puede incurrir en ello...De ahí la gran importancia que reviste el hecho de que la Sma Virgen haga suyos nuestros intereses.” (p. 74)


FICHA 23
“...qué medida tomaremos cuando nos hallemos en una situación difícil? ¿Qué es lo primero que haremos? Renovar la Alianza de Amor, afirmados en la convicción de que la Sma Virgen y el Dios Trino renueven igualmente su Alianza con nosotros, vuelan a dar testimonio de que asumen las responsabilidades por mí y lo mío.” (p. 76)


FICHA 24
“En otra oportunidad San Pablo nos dice que procuremos que el pecado no reine jamás en nuestro cuerpo, y en otra que ofrezcamos nuestros cuerpos como un sacrificio en la medida en que renunciemos a esa concupiscencia que lleva en sí ¿Cómo piensa San Pablo disciplinar su cuerpo? ¡Golpeo mi cuerpo! Lo obliga a hacer sacrificios. En primer lugar disciplinándolos sentidos interiores, tales como la fantasía. Procurar que el ángel que hay en nosotros domine sobre el animal. Disciplinar los sentidos exteriores, no querer ver, oír, gustar todo...es exactamente lo que oramos en la pequeña consagración...” (p. 81)


FICHA 24
“Que las cosas del mundo sean para nosotros un camino hacia lo alto. Este es el sentido en que podemos y debemos usar de ellas. Y esto vale para todo lo que está permitido a los esposos en razón del matrimonio. Así podremos decir que queremos ser santos no a pesar de estar casados y de las cosas de la vida conyugal, sino precisamente porque estamos casados. Usemos todo lo que está permitido en el matrimonio como un sursum corda...que el matrimonio no sea “una trampa” sino un medio para la santidad. La pregunta clave es cómo usar de esas cosas para que sean camino de santidad. Dos son las respuestas que les ofrezco: el acto conyugal debe realizarse como la expresión de la dignidad personal de ambos cónyuges y como medio para la mutua complementación psíquica y espiritual.”
(p. 82-82)


FICHA 25
“Ser imágenes del Dios Trino no sólo nos exige ser personalidades firmes sino también abiertos al tú. El sentido de lo comunitario, la apertura a la comunidad, es asimismo parte de la esencia del ser humano. La imagen más perfecta del Dios Trino es la de los esposos en el momento del acto conyugal. En el continúan siendo dos personas distintas, pero tan estrechamente y fuertemente unidas que la Sagrada Escritura dice que son una sola carne. Pero son dos personas, por lo tanto en la vivencia de todo lo que está permitido en el matrimonio no debemos descuidar la dignidad personal.” (p. 83)


FICHA 26
“En la manera como el pueblo vive el amor advertiremos la importancia que revisten los efectos externos. En la práctica el amor es para ellos una fuerza asemejadora. Pero debo agregar que es una fuerza asemejadora espiritual, vale decir que en principio no es una fuerza corporal sino espiritual.
...el amor es una fuerza unitiva y asemejadora. Yo en tí y tú en mí, y nosotros dos uno en el otro: eso es el amor. El amor es un acto espiritual; yo en tí, tú vives en mi corazón. Y tú en mí, tú vives en mi corazón. Y los dos
Vivimos el uno en el otro...(p. 99-100)


FICHA 27
“Pero como aquí se trata de seres humanos que son personas con cuerpo y alma, el acto espiritual busca hallar eco en el cuerpo. Esto significa en la práctica que la unión espiritual puede y debe conducir a una unión corporal que ofrece en espectro de variantes.
...el acto conyugal sólo debe ser realizado cuando el sacramento del matrimonio nos otorgue el derecho pertinente, cuando mediante dicho sacramento se den los cónyuges mutuamente un derecho al cuerpo.” (p. 102)


FICHA 28
“...Cuando dos personas se quieren de corazón se van haciendo más semejantes entre sí. Aplicando este principio a la vida religiosa podremos decir que el camino más fácil y seguro para hacernos semejantes a Dios y a la Sma Virgen es amarlos.” (p. 102)


FICHA 29
“Lo mismo vale para el amor de eros ¿Qué entendemos por amor de eros? La complacencia en toda persona del otro. En alas de ese amor, el hombre encuentra hermosos los cabellos, la figura, la vestimenta de su mujer. Que la esposa procure entonces que el esposo descubra en ella todas esas cosas externas que le place contemplar. El amor de eros es una complacencia sensible en la persona del ser amado, en toda su figura o en ciertos detalles suyos.
¿Comprenden que el amor de eros sirve de protección al amor sexual? Imagínense cuán herida se debe sentir una mujer cuando nota que a su esposo sólo le interesan los órganos de su cónyuge que tienen que ver con la genitalidad, y no se fija en el resto de su persona ¿se dan cuenta de cómo la complacencia en la totalidad de la persona del cónyuge equilibra el amor sexual?
Que el amor de eros sea igualmente expresión del amor espiritual. Por eso la esposa procurará que su belleza exterior sea expresión de la belleza espiritual. De lo contrario dicha hermosura sólo hará referencia al amor carnal. Por otra parte, para que la esposa se sienta bien, contenida por la fuerza del esposo, éste tratará de no hacer gala solamente de fuerza muscular sino también de fuerza espiritual.
...Que la consigna sea entonces avanzar desde las cosas externas hacia el núcleo mismo de la persona.” (p. 103-105)


FICHA 30
“En Schoenstatt tenemos una espiritualidad original, a la cual definimos como “tridimensional”, ya que presenta tres vertientes: santidad de la vida diaria, `piedad de Alianza y piedad instrumental”. (p. 111)
FICHA 31
“Lo que venimos exponiendo en estos encuentros es en realidad la santidad de la vida diaria, la santidad de la vida diaria que compete a los matrimonios. El arte consiste en diseñar de tal manera nuestra vida conyugal que por medio de ella lleguemos a la santidad. Porque la vida conyugal es parte integrante de nuestra rutina diaria.” (p. 111)


FICHA 32
“Tomen consciencia de que el campo del amor, en todas sus formas, es un campo de educación del amor, para el amor y por amor. Vale decir que todo tipo de amor presenta diferentes etapas. Todo amor es egoísta en su primera etapa, pero este amor primitivo y egoísta se va convirtiendo lentamente en un amor maduro.
Primer paso para el crecimiento del amor conyugal: aprender a hacerse mutuamente felices. Etapa inicial: yo quiero ser feliz y hacer feliz al cónyuge. El amor matrimonial despierta el anhelo instintivo de hacer feliz al otro. Normalmente esta motivación es característica del amor matrimonial. Yo quiero hacer feliz a mi cónyuge y no a otros. Que él sea feliz y que lo sea a través de mí. Yo quiero hacerlo feliz.
A la larga yo no seré feliz al realizar el acto conyugal si en él solo descubro una fuente de placer sexual y no una comunión espiritual de los cónyuges, vale decir, si no es una entrega de persona a persona.
...Al igual que los demás tipos de amor, el amor conyugal necesita ser cultivado. Hay que cultivar la entrega espiritual al otro. Si sólo nos contentemos con realizar el acto conyugal y a lo largo del día no cultivamos el amor matrimonial, la comunión espiritual, el amor no podrá entonces crecer y llegará el día en que se extinga. Porque cuando el amor no crece es de esperar que un buen día el acto conyugal acabe convirtiéndose en un acto meramente animal.
...No olviden que en este punto no se trata de lo sexual. Ya dijimos que el amor de eros es una complacencia mutua que experimentan los cónyuges entre sí, algo totalmente aparte de lo genital. No tiene nada que ver con ella.” (p. 113-116)


FICHA 33
“Segundo paso: ayudarse mutuamente a progresar en el camino de perfección: las oportunidades de la vida diaria...Cuando se está siempre junto al otro y se experimenta las falencias de cada uno ¡qué difícil se hace entonces mantener el respeto del otro! ¡Qué sacrificio y qué arte es para los esposos callar ante los demás los defectos del cónyuge! Cuando debo hacer valer mi derecho ¿lo hago destempladamente o bien con respeto? Cuando llega la hora de llamarle la atención al otro sobre ciertas faltas ¿cómo lo hacemos? ¿gritándole? ¿o tratando de comprender con tacto y respeto las debilidades del otro, procurando sobrellevarlas con paciencia?
...En la medida en que nuestro amor vaya creciendo estaremos más atentos a ayudarnos mutuamente a progresar en el camino de la perfección. Y hacerlo en todos los aspectos de nuestra vida...Así nuestro amor irá madurando y el acto conyugal pasará a ser espontáneamente expresión de comunión personal y espiritual.” (p. 120)


FICHA34
“Fidelidad es el acrisolamiento firme y la perpetuación victoriosa del primer amor...El amor matrimonial debería formar hombres perfectos.” (p. 120)


FICHA 35
“Por lo general, nuestra Alianza de Amor con Dios y la Madre del Señor está teñida al principio por una cierta búsqueda de nosotros mismos: nos entregamos a la Virgen y a Dios porque a través de ello esperamos ciertos beneficios personales. Comprueben si en su Alianza de amor matrimonial no ha sucedido algo similar.
...La entrega mutua del Poder en Blanco es el segundo grado de la Alianza de Amor con Dios y la Santísima Virgen. Es un grado elevado de un amor y de una Alianza recíprocos. Les doy a Dios y a María Sma un Poder en Blanco. Es como si dijésemos “haz de nosotros lo que quieras y como quieras”. Por otra parte, ellos también nos dan a nosotros un Poder en Blanco. Examinen cómo es el, Poder en Blanco que nos dinos el uno al otro en nuestra condición de esposos. Tomarán conciencia entonces de que es el bienestar del cónyuge y no el propio el que está claramente en primer plano.” (p. 12?)


FICHA 36 (Poder en Blanco)
“Por Poder en Blanco se entiende en Schoenstatt la entrega incondicional a María Sma y la unión a ella en su perfecta entrega a la Voluntad de Dios, tal como se transparenta con especial nitidez en la Anunciación. En 1939, en el marco de un retiro para sacerdotes, el P. Kentenich lo explica del siguiente modo: “En el lenguaje mercantil el término designa una hoja en blanco donde estampo mi firma. Traspolado al ámbito espiritual, un Poder en Blanco significa que me declaro dispuesto a asumir todo lo que Dios escriba sobre la hoja vacía de mi vida, que quiero vivir en total sujeción a Dios y a la Sma Virgen”. (p. 131)


FICHA 37 (Inscriptio)
“ La Inscriptio es la próxima etapa o grado en este camino de perfección...El término fue tomado de la frase inscriptio cordis in corde, atribuída a San Agustín. Esta representa el intento de definición de lo que es el amor, desde un punto de vista orientado a lo psicológico. En Schoenstatt el vocablo inscriptio designa la forma más perfecta de la vivencia de la Alianza de Amor, la entrega total a Dios. Por ella se le manifiesta a Dios no sólo la disposición a cargar con la cruz y el dolor sino a pedirlos con espíritu de fe siempre y cuando estén en consonancia con su divina voluntad, haciéndole ofrenda incluso de las reservas que podemos tener a nivel subconsciente ante esta donación de sí mismo.” (p. 132)


FICHA 38
“Dando un paso más, les cito otra consigna emanada de nuestra espiritualidad schoenstattiana: Que nuestra alianza de amor sellada como esposos sea expresión de la Alianza de Amor con Dios y la Santísima Virgen. Que en la práctica nuestro amor mutuo de esposos sea expresión del amor a Dios y a María Sma.” (p. 133)


FICHA 39
“Cuando el acto conyugal, el acto sexual, es expresión del amor a Dios y a la Sma Virgen, se convierte en un acto cargado de valor. Sin embargo, esto no presupone ni entraña que no debamos tener una vivencia plena de toda la dinámica del acto conyugal. Para ello nos hemos dado mutuos derechos. Pero que sea consumado como expresión del amor a Dios y a María Sma...¿Qué hacer entonces? Cultivar la actitud fundamental señalada: hacer de toda la vida de amor de los esposos una expresión del amor a Dios y a María Sma. Ejercitemos esta actitud fundamental en el trato con el cónyuge a lo largo de todo el día. No sólo hay expresiones de amor sexual; las hay también de amor de eros. Cultivémoslas, pero como expresión del amor a Dios. No es tan difícil; resulta fácil hacerlo cuando mantenemos una orientación hacia lo trascendente. Por ejemplo, si hallo complacencia en el encanto natural de mi esposa, no me resultará difícil decirme que esa gracia es un reflejo de la belleza de Dios o de la Sma Virgen. De ahí que en mi esposa pueda amar a Dios.” (p. 143-135)

FICHA 40
“No olviden que esta actitud (de hacernos felices el uno al otro) es tarea de ambos cónyuges. El varón tiende por naturaleza a buscar su felicidad a través de su mujer, y no repara tanto en hacer feliz a su esposa. Por eso, cuando el varón no educa a fondo su amor, se inclina a esperarlo todo de su mujer sin devolverle nada a cambio. De ahí se explica también su desenfreno en el planteo de exigencias a su mujer en el campo sexual. Que no ocurra así. Crecer ambos en el amor es desarrollar con el tiempo la siguiente actitud: mi principal interés es el bienestar del otro. Alcanzar juntos una disciplina y cultivo de la vida conyugal es alcanzar una importante cumbre espiritual.” (p. 136-137)


FICHA 41
“Que nuestra actitud fundamental sea la de vivir en profundidad la Alianza de Amor; veremos entonces cómo esa sana alianza se proyecta también indirectamente en el acto conyugal. Si nuestra actitud fundamental permanente es la de amarnos con autenticidad y reciprocidad, esa misma actitud fundamental será soporte del acto conyugal. Quizás no sea fácil, pero si probable.” (p. 150)


FICHA 42
“Los schoenstattianos estamos acostumbrados a citar aquellas palabras: está en el plan de amor de Dios ¡En el plan de amor de Dios! Recuerden siempre que si está en el plan de Dios, está en un plan de amor. Vale decir que es el amor quien ha trazado ese plan, es el amor quien le ha inspirado a Dios incluso el plan de mi pequeña vida.
San Pablo suele hablar aquí de “antes de la fundación el mundo” ¿Qué significa ésto? Que el Dios tenía ya diseñado un plan para mí antes de que el mundo existiese. Yo, así tal como soy, no soy fruto de la casualidad. No es casual que exista; tampoco es casual que haya recibido a esta mujer como esposa y que esta mujer me haya recibido como esposo.
Antes de la fundación del mundo ya existía yo en los planes de Dios, en sus pensamientos y su corazón ¡Cuánta felicidad nos da esta certeza! Medítenla. Dios pensó en mí con amor y resolvió que yo viniese al mundo en tal o cual año de la era cristiana.” (p. 154-155)





FICHA 43
“Muchas veces hemos dicho que en nuestra condición de seres humanos participamos de la vida en su nivel a nimal; en segundo lugar participamos de la vida de los ángeles, y por último, y en virtud del bautismo, participamos de la vida intratrinitaria. Vale decir que todo se orienta hacia la vida intratrinitaria. He aquí al ser humano, tal como se nos presenta.
...¿Qué significa que la voluntad divina es que nosotros seamos santos? Que no perdamos jamás esa vida, esa gracia santificante, que no olvidemos que somos miembros de Cristo. La Iglesia primitiva entendía por santidad algo distinto de lo que nosotros entendemos. Para nosotros santidad es el cristianismo heroico.
...Dios quiere que seamos santos; por eso cúidense de los enemigos de esa santidad, de los enemigos de la participación en la vida divina, de los enemigos de la membralidad en Cristo. Y continúa advirtiéndonos: uno de los obstáculos más grandes, uno de los enemigos acérrimos de la vida divina y de la membralidad en Cristo es la fornicación. Coloquen estas palabras en su gran contexto: es Dios quien lo quiere así. Y en oposición a El se hallan “los dioses”, “los ídolos”.
¿Qué son los ídolos? Ya dijimos que la mayoría de los cristianos provenía del paganismo, y los paganos tenían multitud de dioses ¿Qué querían estas deidades paganas? Ellos mismos caían contínuamente en fornicación e impurezas; se raptaban unos a otros sus mujeres y abusaban de ellas. Los paganos se consideraban así habilitados para hacer lo mismo que hacían sus dioses.
Observen la tensión en que se vivía por entonces. Por un lado “Dios quiere”, y por otro, los “ídolos quieren”. Vale decir, Dios quiere castidad y los ídolos fornicación. Imagínense entonces la gran novedad que suponía el evangelio que predicaba San Pablo. Como aprecian, ya podemos sacar una conclusión negativa: Dios quiere nuestra santificación, por lo tanto quiere que nos apartemos de toda fornicación e impureza.” (p. 157)


FICHA 44
“En primer lugar, para el esposo el vaso es su esposa. Nos podemos imaginar muy bien en qué sentido lo es ¿Y qué nos corresponde hacer? ¿Qué me dice San Pablo a mí personalmente en mi condición de esposos? Que considere a mi vaso, a mi esposa, como algo santo. En segundo lugar, que la trate con respeto y honor. En lo que atañe entonces al acto conyugal...hay que realizarlo con santidad, respeto y honor ...tal como corresponde a un hijo y miembro de Cristo:” (p. 158)


FICHA 45
“Cuando hablamos de cuerpo podemos referirnos al cuerpo en su totalidad, o bien como una alusión a los órganos de la generación. Lo que san Pablo nos advierte vale para ambas interpretaciones.
...¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al cuerpo? Al contemplarlo en un primer momento con ojos puramente naturales podemos decir que es una creatura de Dios, un compañero del alma que está destinado a participar de la bienaventuranza eterna. Por eso no debo profanarlo sino tratarlo con respeto y santidad. Y observaremos esta misma actitud en relación con el cuerpo de nuestro prójimo. Por supuesto, a través del matrimonio nos hemos conferido mutuos derechos sobre nuestros cuerpos. Sin embargo, también l cuerpo del cónyuge debe ser tratado con santidad, respeto y honor. Esta es una visión más bien natural del cuerpo.”(p.159-160)


FICHA 46
”¿Cómo aplica san Pablo estos pensamientos al campo de la sexualidad? Lo hace de manera clara: ¿no saben que son santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en uds? Ciertamente me pertenece el cuerpo de mi mujer, pero él es también un templo e Dios. El cuerpo de mi esposo me pertenece, pero él es también un templo del Espíritu Santo ¿Cómo habré de considerar entonces a mi esposos, a mi esposa, a mis hijos? Como templos de la Trinidad que actúan y caminan. Que sea ésta nuestra actitud fundamental ante la corporalidad, para que entre nosotros los cónyuges exista siempre un maravilloso trato mutuo.
Les repito que todo esto no significa renunciar al placer sexual. Nos está permitido disfrutarlo en plenitud, pero sin olvidar que mi cónyuge es como un pequeño templo de la Trinidad que camina y actúa.” (p. 161)


FICHA 47
“Recordemos a qué se refería san Pablo con el término “vaso”. Ahora lo entendemos bien. Vaso es para el esposo su esposa, y dicho con mayor exactitud el órgano genital de su esposa. Pero vaso puede ser interpretado asimismo como el cuerpo en su totalidad ¿Cómo tratar al cuerpo del cónyuge y el propio? Con santidad, respeto y honor. Estas meditaciones emanan de la meditación de los textos de la epístola que san Pablo escribe a los tesalonicenses. Hoy seguiremos profundizando en san Pablo y así advertiremos que el apóstol se mantiene fiel a sus ideas y tesis. Siempre se remonta a los principios fundamentales y luego los aplica a las situaciones concretas de la vida cotidiana.” (p. 170)

FICHA 48
“Nosotros consideramos a la vida diaria como lo más valiosos que poseemos. Velemos entonces para que esa vida divina se imponga en nosotros por sobre la vida animal y la vida angélica. Es lógico que así sea. Somos hijos del Padre del cielo y por eso nuestro permanente deseo es cumplir su divina voluntad ¿Qué quiere el Padre de nosotros? Que la corriente de amor que brota de su corazón y pasa por el corazón del Hombre-Dios llegue a embeber a toda la humanidad y la conduzca así de regreso a su corazón paternal.” (p. 174)


FICHA 49
“El principal llamamiento del cristiano es el de aprender a amar.
En este sentido el matrimonio, la familia, se hallan en una situación afortunada. Nuestra vida matrimonial nos enfrenta contínuamente con nuevos problemas y exigencias. Que todas las dificultades que se nos presenten en el matrimonio sean tierra fértil para el crecimiento el amor conyugal. Procuremos para ello que nuestra preocupación central sea que la corriente de amor del amor divino pase a través de nuestro amor conyugal. Recuerden que desde el comienzo subrayamos que el amor de eros, el amor espiritual y el amor sobrenatural deben depurar y clarificar el amor sexual.
¿De qué manera fundamenta san Pablo su pedagogía de la sexualidad? Haciéndonos tomar conciencia del hecho de que por el bautismo hemos sido elevados en cuanto al ser, hemos experimentado un ascenso en cuanto a nuestro estado ¡La vida divina habita en ustedes: ustedes son miembros de Cristo! ¿Qué exigencias plantea san Pablo a partir de esta íntima convicción, de este nuevo sentimiento vital de ser hijo del Padre y miembros de Cristo? Dos son las exigencias que plantea: ¡basta de acciones impuras y basta de conversaciones impuras, dudosas o peligrosas! ¿Porqué habremos de evitarlas? Porque no corresponden a un hijo de Dios, a un miembro de Cristo.” (p. 176-177)


FICHA 50
“En un primer momento, san Pablo asciende a las alturas y fundamenta la norma moral en la realidad de nuestra participación en la vida divina que nos compromete a actuar como hijos de Dios, a procurar que nuestras obras estén en consonancia con nuestra dignidad de hijos de Dios. En un segundo momento, el apóstol desciende y aporta otras razones más crudas. Y así nos dice que quien consuma acciones sexuales o mantenga conversaciones del tipo mencionado y muera sin arrepentirse de ellas, tal persona no participará en la herencia del reino de Cristo y de Dios.” (p. 180)
FICHA 51
“Detengámonos un momento en este punto. Una vez presentado el ideal hay que considerar también la debilidad humana. Existen muchísimas personas religiosas, y por supuesto matrimonios, que no se acercan al confesionario o a la comunión. El motivo de ello es que no logran observar las normas cristianas de la sexualidad, incluso las que atañen al matrimonio; y así se dicen, con un tono de sinceridad: ¿para qué confesarse, si no soy capaz de cumplir con esas normas?
Aquí se comete un error de apreciación de las cosas. Cuando nos invada el sentimiento de no ser capaces de cumplir con lo que se nos pide, tomemos en primer lugar conciencia de que necesitamos del auxilio de la gracia. Sí, cuando no podemos cumplir con las normas que nos propone la Iglesia necesitamos entonces e la gracia para hacerlo. En segundo lugar, tengamos en cuenta que existe una de3bilidad que no es maldad. El mismo san Pablo oraba para ser liberado de ciertas dificultades que sufría. Y la respuesta que recibió de Dios fue: ¡no, no te liberaré; mi gracia de basta! Esto vale también para nosotros. La gracia de Dios descenderá una y otra vez sobre nosotros para que retomemos la lucha y aspiremos al ideal a pesar de todo.” (p. 181)


FICHA 52
“Estamos orgullosos de nuestra alianza de amor matrimonial, incluso cuando el amor conyugal se vea sometido a prueba. El sentido fundamental de nuestra vida es aprender a amar, aprender a amar correctamente, aprender a amar con abnegación, con constancia, con fidelidad ¡Cuántas oportunidades tenemos en el matrimonio y la familia para ser héroes del verdadero amor cristiano! Fíjense que la meta es la misma, tanto para los casados como para los religiosos: aprender constantemente a amar.” (p. 183)


FICHA 53
“El tema que nos ocupa es el diseño de una espiritualidad matrimonial, vale decir, un estilo particular de vivir la santidad de la vida diaria, la piedad instrumental y la Alianza de Amor. Vertido en otra palabras ¿cómo es el camino de la santidad que se nos abre a nosotros los casados?...Estaremos recorriendo el camino de la santidad cuando hagamos de nuestra vida –concretamente de nuestra vida conyugal- una “Escuela Superior” de amor. Sí, que nuestra vida conyugal sea una Escuela Superior de amor, una Escuela Superior de amor heroico.
Reconozcamos que la vida matrimonial tarde o temprano nos hace experimentar desilusiones. Si ello ocurre es porque hemos quedado estancados en l primera etapa del amor, la del amor primitivo.
...En Schoenstatt el amor conyugal cobra una tonalidad y forma especiales en virtud de su conexión con la Alianza de Amor. Que nuestra Alianza de Amor con la Santísima Virgen, con Jesús y con la Santísima Trinidad. Esteremos en el buen camino si consideramos ambas Alianzas como un solo circuito de amor.
...En realidad no existe otro amor humano que pueda ser tan perfecto como el conyugal. Porque el amor conyugal genera entre los esposos una unidad en la que se asocia lo corporal, lo psicológico y lo espiritual. Se trata de una unidad tan especial que podemos hablar con propiedad de una biunidad”. Les repito que no hay otro amor humano que genere una biunidad tan profunda como lo hace el amor conyugal ¿Porqué? Porque supone y entraña una biunidad corporal, psicológica y espiritual. De ahí que también podemos afirmar que no existe otro amor terreno que sea reflejo tan fiel del amor divino intratrinitario como el amor conyugal.
Por supuesto, no confundamos amor con goce, vale decir, no todo amor está unido automáticamente a un goce de los sentidos. A menudo el amor conyugal exige los mayores sacrificios. El sacrificio es parte de la esencia de todo amor. Sí, todo amor entraña sacrificios. Porque si el amor significa entrega al otro, exige a la vez un salir de nosotros mismos.”
(p. 189-191)

FICHA 54
“Cuál es la concepción paulina del amor conyugal? Para san Pablo es evidente que el amor conyugal es el soporte del vínculo matrimonial. Por eso nos dice que el esposo ame a su mujer como Cristo ama a la Iglesia.
Que el amor de Jesús hacia su Iglesia sea siempre la norma para nosotros los esposos ¿Y cómo es el amor de Cristo a su Iglesia? El Señor dió su vida, su sangre, por la Iglesia su esposa. Por lo tanto yo también debo hacerlo por lamía. Que no llegue a casa sólo para descansar un poco, disfrutar de mi mujer, y luego ir a entretenerme con mis ocupaciones favoritas. Tengo que dar la vida por mi esposo, lo que significa ser capaz de darle mi tiempo, de manifestar interés por sus problemas y preocupaciones. Ustedes perciben cuán elevado es el pensamiento de san Pablo sobre el amor conyugal ¿Qué concepto tiene san Pablo de la mujer? En mi condición de esposa ¿cómo debo amar a mi cónyuge? Sirviéndolo como la Iglesia sirve a Cristo, cultivando la comunión entre los esposos. Que la esposa le brinde al esposo un amor servicial y abnegado. Que ese amor servicial hacia el esposo se exprese ante todo en una cierta docilidad, en un determinado espíritu de seguimiento.” (p. 191-192)
FICHA 55
“El Señor nos dice que el mandamiento más alto y a la vez más profundo es el de ama r a Dios a al prójimo. Dicho con mayor exactitud, el amor al prójimo brota del amor de Dios. Hay que amar a nuestra esposa, amarla con el corazón y estar dispuesto a realizar sacrificios por ella, y que ese amor emane del amor a Dios.
Alimentemos para ello el amor a Dios en nosotros; hagámoslo contínuamente. En la medida en que crezca mi amor a Dios crecerá también mi amor a mi esposa. Si ceso de alimentar mi amor a Dios vendrá el día en que mi relación con mi cónyuge se tornará fría y distante.” (p. 192-193)


FICHA 56
“En primer lugar (san Pablo) nos dice que la caridad es paciente, es servicial ¿Porqué el amor es paciente y servicial? ¿Por qué motivos? El verdadero amor es una fusión de corazones: yo en tí y tú en mí, y los dos el uno en el otro ¿Acaso no habré de ser paciente y servicial en relación conmigo mismo? ¡Con qué rapidez me perdono una falta! ¡Cuánta paciencia tengo conmigo mismo! Sí, mi esposa y yo conformamos una biunidad, y por tanto es lógico que frente a las debilidades y miserias de ella yo ejercite y ponga esa misma paciencia y servicialidad de que hago gala en relación conmigo mismo”.
(p. 199)


FICHA 57
“Luego se nos dice (con san Pablo) que el amor no es jactanciosos, que no se engríe. Aplicado a nuestro caso, si yo tengo algunas cualidades especiales no haré gala de ellas de tal modo que mi cónyuge se sienta disminuído. No, sepamos también reconocer lo bueno que hay en el otro y no andemos pensando siempre que mi esposa debe valorarme y adorarme. No. No; en mi condición de esposo también yo tengo que valorar a mi esposa en su manera de ser.” (p. 200)


FICHA 58
“San Pablo prosigue su himno consignando que la caridad lo soporta todo. No esperemos los varones que sean nuestras mujeres quienes lo soportan todo. “Tú tienes que sobrellevar todo, yo estoy aquí para que me soportes”; no, la advertencia paulina vale para los dos. Que el esposo sea capaz de sobrellevar los cambios de humor de su esposa, las alteraciones en sus estados de ánimo.” (p. 201)


FICHA 59
“Es muy hermoso creer siempre en lo bueno del otro. Y confiar en que las cosas volverán a arreglarse.
¿No les parece que es este sentido san Pablo es muy moderno? Como si hubiera vivido en nuestros días y estado de visita en nuestros hogares.
¿Cuántas cosas soporta el verdadero amor conyugal? Piensen en las desgracias que nos afecten personalmente, y a las que afectan a toda nuestra familia...Sobrellevarlas juntos, incluso las infidelidades mutuas... El amor lo soporta todo.” (p. 202)


FICHA 60
“Sin embargo, san Pablo nos dice que el amor permanece para siempre, por toda la eternidad. Un maravilloso pensamiento. Se trata siempre de lo mismo: el amor de Dios es eterno. Y el amor al prójimo se fundamenta por esencia en el amor de Dios, nosotros, el esposo, la esposa y los hijos, nos amaremos por toda la eternidad con un amor tanto más profundo. Nuestro afecto mutuo perdurará por siempre. No sé que expresiones de cariño utilizaremos allá arriba. Tampoco sé en qué idioma hablaremos, pero sí que nos amaremos y estaremos el uno junto al otro y en el otro. Y eso es los principal.”


FICHA 61
“El apóstol está tan profundamente embebido en la fe de que Cristo vive en él que más tarde proseguirá ampliando ese pensamiento. Cristo no sólo vive en mí sino que obra en mí; Cristo sufre en mí, Cristo ora en mí. Fíjense que Cristo ha pasado a ocupar enteramente el lugar del propio yo; tan fuerte es el dominio que ejerce el Señor sobre toda su persona. Todo su ser, todas las manifestaciones de vida de su naturaleza están incesantemente orientada a Cristo y unidas a El. En la persona de san Pablo todo tiene al Señor como su punto de partida.” (p. 216)


FICHA 62
“En mi condición de esposo ¿a quién rindo honor en mi esposa? A Cristo. Y yo, como esposa ¿a quién rindo honor en mi esposos? Nuevamente, a Cristo. Si ambos nos consideramos como imágenes de la figura de Cristo, daremos lugar a una entrega mutua muy profunda, respetuosas y amorosa.”
(p. 217-218)
FICHA 63
“De manera similar, quien tenga en sí la vida espiritual, la vida de los ángeles, tendrá un sentido para los valores espirituales, para la verdad, la belleza, la justicia. A modo de resumen podemos afirmar que en la medida en que tengamos uno de estos tipos de vida seremos también depositarios de un sentido para la percepción de los valores propios de dicha vida. Por último, si tengo la vida divina en mí, obtenida por el bautismo, y siempre renovada y profundizada por medio de la eucaristía, entonces habré de tener un sentido para todo lo que es de Dios. Este era el pensamiento central de san Pablo: ustedes son hijos de Dios, han nacido de Dios, por lo tanto comprenden lo que corresponde a un hijo de Dios.” (p. 219)


FICHA 64
“San Pablo mismo había sido antes judío y observaba la ley de Moisés. Pero luego surge la consigna central que impregnó toda su vida: a través del bautismo hemos pasado a ser miembros de Cristo. Hemos recibido así una nueva vida. Todo lo que había antes, ya no existe más...Somos miembros de Cristo: Cristo vive en nosotros, todo lo demás es vano para nosotros, no existe más.” (p. 225)


FICHA 65
“Ser miembros de Cristo significa participar de la muerte y resurrección del Señor. O bien, dicho con otras palabras, incorporarse a la vida de Jesús en su integridad, tanto en su faceta de muerte cuanto en la de resurrección.
Lo mismo puede afirmarse del bautismo y de los demás sacramentos: a través de todos ellos profundizamos nuestra participación en la vida de Jesús. Y san Pablo nos enseña que esto sucede de manera especial mediante el sacramento del matrimonio. Más aún, para el apóstol toda la moral y la ascética matrimoniales descansan sobre el siguiente pensamiento: en virtud del matrimonio nos hacemos, de manera singular, miembros de Jesús, de Nuestro Señor que muere y resucita glorioso.
Así como el Señor murió por su Iglesia –esta es su gran ilación de pensamiento– así también debe morir el esposo por su esposa. Esto quiere decir que el amor que cultive hacia su esposa tiene que ser abnegado, que su egoísmo debe morir. La regla general es que el amor de Cristo hacia su esposa, la Iglesia, debe ser el ideal tanto para el esposo como para la esposa. Cristo se entrega abnegadamente a su Iglesia, derrama su sangre por ella. Y la Iglesia está obligada a entregarse generosamente a su esposo.”
(p. 233)

FICHA 66
“¿Cuál es el sentido del matrimonio? Dos son las respuestas que podemos dar a este interrogante. En general podemos decir que ese sentido es la unidad de ambos cónyuges, sustentada en un amor abnegado y sacrificado. Pero si pensamos ahora en el matrimonio cristiano, observamos que la unidad de los cónyuges es una unidad en Cristo, en Dios. Vale decir, concretamente, que el vínculo de amor que une a ambos debe ser un vínculo abnegado y sacrificado, exactamente tal como fue el amor de Cristo, quien se sacrificó con abnegación por la Iglesia, y tal como el amor de la Iglesia que se entrega con abnegación a Cristo.” (p. 234)


FICHA 67
“En todas las épocas se detectan problemas matrimoniales, y siempre los hubo también entre los cristianos ¿Cuál es la causa más profunda de esa crisis? En la tensión existente entre fin y sentido del matrimonio. El fin del matrimonio es la generación y educación de los hijos. En cuanto a su sentido, es doble: en primer lugar, apaciguamiento de la concupiscencia, del deseo sexual; en segundo lugar, la ayuda mutua, la complementación mutua de los esposos o, mejor dicho, la unidad en el amor...¿y cuál es este sentido? Que las relaciones sexuales son también expresión de una profunda comunión espiritual. Necesitamos el cultivo de esa comunión espiritual. Si no lo hacemos, si no utilizamos ese medio, el matrimonio correrá el peligro de desintegrarse. Y ya en vista del planteo que podría hacerse entonces uno a otro de los cónyuges: si no puedo tener esto aquí iré a buscarlo en otra parte.” (p. 236)


FICHA 68
“Son muchos los esposos que abandonan la práctica del catolicismo porque no pueden solucionar la crisis del matrimonio, y cesan de frecuentar el sacramento de la reconciliación ¿Para qué confesarme –se dicen- si mañana o quizás esta noche voy a incurrir en lo mismo que acabo de confesar?...Pensemos un poco en el varón...¡A cuánto desgaste nerviosos lo expone su profesión u oficio! ¿Y la mujer? ¿Acaso no le sucede lo mismo? Hay que reconocer que en una situación de este tipo las relaciones sexuales, incluso cuando ya no se puede tener más niños, traen consigo una relajación natural. Incluso habrá tiempos en que las relaciones sexuales sean para uno o para otro cónyuge el mejor medio de relajación, de alivio de las fatigas nerviosas” (p. 235-237)


FICHA 69
“Observen cómo ha cambiado el trato entre los esposos en relación a lo que era antes, en tiempos de los abuelos. Por entonces se vivía inserto en una familia grande, que incluía parientes y conocidos. Hoy en cambio se va perdiendo este sentimiento de pertenencia a una comunidad más amplia. La vida actual fragmenta la vida comunitaria. Vivíamos inmersos en una dura lucha por la existencia por la existencia, en la cual cada uno compromete hasta sus últimas fuerzas. La consecuencia de este estado de cosas es que el individuo, el esposo y la esposa, dependen mucho más de la relación con su cónyuge. La acogida, la tranquilidad y la complementación que no se encuentra fuera el hogar se busca con mayor intensidad que antaño en el cónyuge. De ahí la sensación de que mediante el acto conyugal, a través de esa fuerte unión, se calma especialmente la necesidad de tranquilidad, acogida y complementación.” (p. 237)


FICHA 70
“Seamos constantes en la recepción de los sacramentos. Vayamos con mayor asuididad a misa y comulguemos. Porque si no desarrollamos un heroico amor a Dios no podremos vivir el amor conyugal como integración de todas las formas del amor.
...les recuerdo la importancia del Horario Espiritual. Que entre los puntos que establezca en él se halle también una pequeña lectura de un libro espiritual, y, segundo, al menos diez minutos de meditación personal cada día. Quizás algunos se pregunten si podemos disponer de este tiempo personal en nuestra condición de esposos. Nuestra meta es alcanzar un heroico amor a Dios; pongamos por tanto los medios adecuados para ello.
...a la larga no podremos llevar una vida religiosa activa si no nos esforzamos al mismo tiempo por la contemplación. Vida contemplativa significa dejarse contemplar por Dios y contemplar a Dios.
...Si queremos comprometernos seriamente con nuestro objetivo comprometámonos también seriamente con los medios.” (p. 240-241)


FICHA 71
“El amor sobrenatural, en cambio, ve en el otro un hijo de Dios y un miembro de Cristo. Recuerden todo lo que dijimos en este sentido sobre el cuerpo: templo de la Santísima Trinidad, morada del Espíritu Santo. Claro, lo escuchamos y estamos de acuerdo, pero esta verdad tiene que encarnarse, hacerse vida en nosotros.
Desde este punto de vista subrayamos en nuestro último encuentro la necesidad de cultivar la vida interior. Y los medios que mencionamos fueron el Examen Particular, la Eucaristía, la lectura espiritual, la meditación, porque si no nos esforzamos por amar a Dios de una manera extraordinaria, a la larga no lograremos superar las dificultades que nos plantee la vida matrimonial.

NOTA: Examen Particular es el propósito especial que se toma en ocasión de la Confesión o bien en otra oportunidad. Tal como lo dice el P. Kentenich no es ante todo un medio para erradicar defectos sino un método de lucha que se aplica a lo largo de todo el día, con el fin de ennoblecer la pasión fundamental de la persona.” (p. 253)


FICHA 71
“Se llama virtudes teologales infusas a las adquiridas o bien recibidas de modo infuso; por ejemplo, puedo adquirir la virtud de la obediencia en la medida en que me ejercite en ella. Pero ¿cuándo estamos frente a virtudes infusas? Se trata de tres virtudes teologales infusas: fe, esperanza y caridad. Por el bautismo no solo recibimos la vida divina y participamos en la vida e Jesús en calidad de miembros suyos, sino que también se nos regala e infunde determinadas capacidades. Se trata de las capacidades de creer, esperar y amar, vale decir, la capacidad de creer sobrenaturalmente, esperar sobrenaturalmente, y amar sobrenaturalmente. Así como mi alma tiene la capacidad de pensar y amar naturalmente, de modo similar pasamos a tener capacidad de creer, esperar y amar sobrenaturalmente. Son sólo capacidades que se nos infunde. Por lo tanto, hay que ejercitar esas capacidades y practicar actos de fe, actos de esperanza y actos de caridad.
En la práctica ¿qué capacidades se me brinda a través de las virtudes infusas? ¿La fe, la esperanza y la caridad? Las virtudes infusas me otorgan la capacidad sobrenatural de creer, amar y esperar; los dones perfeccionan las tres virtudes teologales y me regalan la capacidad de obedecer a las inspiraciones del Espíritu Santo –no a la razón- y seguirlas dócilmente con rapidez, constancia y heroísmo.” (p. 254-255)


FICHA 72
“Habíamos dicho que una vida matrimonial agradable a Dios sólo se puede vivir cuando se es un cristiano heroico. Y el heroísmo cristiano sólo se puede vivir cuando el Espíritu Santo actúa especialmente en nosotros con sus dones ¿Qué debemos hacer entonces los que hemos sellado una Alianza de Amor con la Santísima Virgen? Pedirle que nos ayude para que la Alianza de Amor con ella no sólo se convierta en una Alianza de Amor con Jesús y el Padre sino también con el Espíritu Santo. Implorémosle a menudo esta gracia, repitiendo aquella jaculatoria “envía, Señor, tu Santo Espíritu y se renovará la faz de la tierra”, vale decir, se renovará mi vida interior, se renovará nuestra vida conyugal también.
..No nos sintamos abrumados ni desanimados cuando en una ú otra oportunidad fallemos en este propósito. San Pablo nos dice que cuando somos débiles es entonces cuando somos fuertes ¿Porqué? Porque tomaremos conciencia de que no podemos ejecutar la renuncia apelando a los medios ordinarios. Por otro lado, si logramos practicar la renuncia por enfriamiento del afecto mutuo de los cónyuges, no se habrá cumplido entonces en nosotros el sentido del matrimonio, porque el sentido del matrimonio es encontrarse y amarse de manera muy íntima. Dos son, pues, los peligros que se puede correr: ceder a las pasiones o volverse frío y casi hostil ante el otro ¿Cuántas veces se dan estos casos? La actitud de frialdad e indiferencia presenta un largo período de incubación interior antes de manifestarse exteriormente. Como podrán apreciar, la vida matrimonial cristiana es un ideal grandioso. Sí ¡sin duda alguna! (p. 255-256)


FICHA 74
“Dicho con otra palabras, en los esposos Jesús quiere volver a vivir su vida signada por la pasión y muerte ¿Qué significa esto en la práctica? Que no es posible llevar una vida matrimonial cristiana sin la disposición a realizar los sacrificios más grandes por el cónyuge. San Pablo lo formula clásicamente con las siguientes palabras. Así como Jesús entregó su vida por su Iglesia, así también debe entregar el esposo su vida por su esposa, y viceversa.”
(p. 259)


FICHA 74
“El acto conyugal es expresión de la entrega total de una persona a otra. Una persona se brinda a otra persona. Vale decir que formalmente no es la entrega que se le hace al cónyuge de una parte del cuerpo. Si se hace ese don es porque ello es un símbolo de la entrega y la ofrenda mutua de toda la persona.
Vuelvo a exponerles esta idea, pero formulada ahora negativamente. Procuremos que el acto conyugal no perturbe ni destruya el carácter personal. En el fondo se trata siempre de lo mismo: en virtud del matrimonio dos personas pasan a pertenecerse una a la otra, con oda la profundidad que se pueda imaginar. Se puede decir que no existe otro reflejo tan perfecto del amor a Dios Trino como el amor matrimonial.”
(p. 259-260)

FICHA 75
“¿Cómo es la persona humana? ¿Cuando hablamos de la persona? En primer lugar soy una persona dotada de espíritu, vale decir que tengo un espíritu y no sólo un cuerpo. En segundo lugar, soy una persona dotada de espíritu, pero a la vez condicionada por un cuerpo. Por último, soy una persona dotada de espíritu y provista asimismo de un sexo específico.”
(p. 260)


FICHA 76
“Si tienen niños pequeños, observen cuándo comienza el niño a experimentarse como “yo”. Lo hace a partir del momento en que se vincula a la madre como madre. El “yo” de experimenta en la medida en que se tenga la experiencia de un “tú”. (p. 261)


FICHA 77
“Vivir un matrimonio totalmente ideal significa, dicho en pocas palabras, que en él hemos logrado integrar de manera adecuada todas las formas de amor. Significa además que el amor sexual ha sido siempre un amor a las personas y no a las cosas; que el acto conyugal no ha consistido en una pura unión de órganos sino en el encuentro de dos personas: en suma, el amor matrimonial fue siempre una armonización entre amor sexual, amor de eros, amor espiritual y amor sobrenatural. En el matrimonio ideal la situación fue entonces la descrita, tan armónica como me la pueda imaginar.
...Ocurre que lo creado no logra aquietar definitivamente los anhelos de nuestra alma. Dicho con otras palabras, en este mundo nunca saciará por completo nuestra hambre de felicidad. Si se calmase por entero nuestra hambre de felicidad aquí en la tierra ya no tendríamos anhelos de la eternidad.
Recordemos de nuevo las palabras de San Agustín: “Señor, no has creado para tí y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse finalmente en tí”. Dios nos ha creado a los cónyuges para que seamos el uno para el otro. De ahí que en mi condición de esposo pueda decir que Dios me creó para mi mujer, y la mujer pueda decir que Dios la creó para su esposo. Tenemos que conformar una biunidad especial. El corazón de uno debe latir en el otro. Pero al fin y al cabo ambos tenemos que elevarnos a Dios. El amor que nos profesamos mutuamente es expresión del amor de Dios, en segundo lugar, es un medio para profundizar en nosotros el amor de Dios y por último es un seguro del amor a Dios.” (p. 274)


FICHA 78
“¿De dónde puede provenir la decepción? Del hecho de haberme pintado al otro tal como me habría gustado que fuese, pero no como él era realmente. No queda otra salida que la de aprender después a ser más sobrio y realista con nuestra representación de la realidad. Vale decir que el camino del matrimonio es y seguirá siendo parea nosotros también un Via Crucis.”
(p. 277)


FICHA 79
“Disponemos así de dos respuestas a la pregunta sobre las causas de la decepción en el matrimonio. En primer término, esta desilusión tiene lugar cuando no se ha respetado o realizado la integración de las distintas formas de amor; en segundo término, cuando si bien se las ha respetado, el o los cónyuges se estancaron en la primera etapa o fase del amor, el amor primitivo.
Recuerden además que una vida matrimonial auténtica, purificada e ideal exige en todo momento heroísmo. De ahí que se puede hablar con todo derecho de la “orden” del matrimonio o de la familia.
¿Para qué ingresamos a una orden o congregación religiosa? Para aprender amar en grado heroico. Que también mi matrimonio sea una “vida religiosa” de ese tipo, en el sentido de que en ella debo aprender a amar heroicamente. Incluso se podría hablar del “convento” del matrimonio. Se trata de imágenes muy importantes y llenas de significado.” (p. 279)


FICHA 80
”Naturalmente cuidemos siempre de no separar sacrificio de amor, ni amor de sacrificio. Si separamos el sacrificio del amor el sacrificio realizado no será sano. Y cuando se separa el amor del sacrificio a la larga hará del que ama un soñador e iluso.” (p. 280)



FICHA 81
“¿Qué hacer cuando uno de los cónyuges ha pasado a mantener una actitud distante y fría; cuando no me entiendo más con él, cuando yo he crecido en el área religiosa y en el mundo sobrenatural, mi cónyuge no quiere saber nada de eso? Bueno, en ese caso sólo puedo destacar que mi vida matrimonial es y seguirá siendo hasta el final de la vida una vida de sacrificios. O bien, recurriendo a otras imágenes, que mi matrimonio no es para mí un pedazo de paraíso sino un pedazo de purgatorio. Valer decir que aquí habré de pasar por la purificación del purgatorio. Me esforzaré por ser humano y comprensivo sin renunciar por eso a mi crecimiento religioso.
...Recordemos siempre el orden de ser objetivo de la realidad. Mi primer amor pertenece a mi mujer, porque a ese amor nos comprometimos cuando intercambiamos los anillos delante del altar.” (p. 281-282)

ANTROPOLOGIA TEOLOGICA FLICK, Mauricio y ALSZEGHY, Zoltan Edic. Sígueme, Salamanca, 1977, trad. del ital. por Alfonso Ortiz, 1970 (621 págs.)

FICHA 1
“ 3 La consideración teológica del hombre se extiende en cierto modo por toda la teología, constituyendo una de sus dimensiones trascendentales. Es verdad que la teología tiene como objeto central a Dios en su vida íntima. Pero esa vida íntima ha sido revelada en cuanto que se comunica al hombre. Por tanto, la teología habla también siempre del hombre, incluso cuando afirma directamente alguna verdad sobre Dios, y no puede hablar del hombre sin referirse a Dios, o sea, sin considerar al hombre como un sujeto destinado a participar de la vida divina. En este sentido, se puede decir que la teología cristiana es siempre antropocéntrica. Por consiguiente, el nuevo tratado sobre el hombre no se refiere a una parte de la revelación sino que describe un aspecto de toda la revelación.” (p. 18-19)


FICHA 2
“ 6 En primer lugar, el hombre es considerado como inmerso en la historia. En efecto, la salvación es ofrecida por Dios, bien sea a toda la Humanidad, o bien a cada uno de los individuos, de un modo “histórico”, esto es, a través de una serie de acontecimientos que van provocando sucesivamente las diversas actitudes del hombre. El concilio describe al hombre no sólo en abstracto, en un orden ideal, sino en concreto, en sus diversas etapas sucesivas, o sea, en cuanto que ha sido creado por Dios a su imagen, en cuanto que fue constituido en un estado original de perfección, en cuanto que cayó de ese estado a causa de sus pecados, en cuanto que fue restaurado en Cristo mediante una nueva creación según la imagen de Dios, y en cuanto que está orientado hacia su plena perfección, a la que ha de llegar, después de crecer en la novedad que se le ha dado, en la etapa escatológica. De esta forma, la antropología teológica participa de la orientación actual de todas las antropologías, reflexionando sobre su propio objeto bajo el aspecto del devenir. Pero añade a lo que las demás antropologías saben sobre el devenir humano (fisiológico, cultural, etc.), el sentido último de ese devenir: la salvación. Semejante planteamiento histórico busca sobre todo la inteligencia de lo que ha acaecido y de lo que sigue acaeciendo todavía; por eso, la historia de la salvación no se considera en teología como una serie de acontecimientos que describir sino como una categoría empleada en la interpretación del fenómeno humano.” (p. 20-21)


FICHA 3
“La historia de la humanidad es historia de la salvación en cuanto que cada uno de los hombres, bajo el influjo de Cristo están llamados a la unión con Cristo crucificado y glorificado, esto es, a la participación del misterio pascual. El cristocentrismo de la antropología se manifiesta ya en la creación del hombre, pero aparece especialmente en la nueva creación del hombre: tanto la una como la otra tiene lugar por Cristo, en Cristo y hacia Cristo. Estas fórmulas paulinas han sido interpretadas, desde la época patrística, con ayuda de las diversas categorías de la causalidad. El fenómeno humano recibe de esa manera su inteligibilidad plena a la luz del verbo que lo produce, del verbo en cuya perfección participa, del verbo hacia cuya unión va caminando. Por consiguiente, es imposible construir una antropología completa sin tener en cuenta la dimensión cristológica del hombre; precisamente en el misterio de Cristo es donde encontramos reunidas las dos características de la teología que, según una frase muchas veces repetida, no es solamente una doctrina sobre Dios para el hombre, sino sobre todo una doctrina sobre el hombre a la luz de Dios.” (p. 21)


FICHA 4
“ 10 Sería totalmente equivocado pensar que esta orientación personalista que se le da a la teología podría mermar la importancia de la dimensión social del hombre. En verdad que el punto de vista personalista insiste sobre todo en el diálogo existencial entre el Padre y la persona humana en Cristo Jesús; pero este diálogo es posible únicamente dentro del ambiente que Dios preparó para la salvación humana. Ahora bien, “Dios creó al hombre no para vivir aisladamente sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que lo confesara en verdad y le sirviera santamente (LG 9). Por consiguiente, la antropología teológica tiene que considerar la índole comunitaria de la imagen de Dios, que es el fundamento no sólo del dogma del pecado original sino también de la dimensión eclesial de la vida de la gracia.” (p. 23)


FICHA 5
“ 462 El hombre es invitado por Dios para que reconozca a Dios como “su Dios”, no sólo con el entendimiento sino con el afecto, más aún, con toda la orientación de su vida. El único diálogo posible entre Dios y el hombre es aquel en que el hombre se va confiando progresivamente al amor de Dios y con fe viva lo acepta como su único y verdadero salvador. Esto solamente puede realizarse cuando el hombre percibe los signos auténticos, por los que Dios se le manifiesta no solamente como sumo bien, sino como aquel que se preocupa de su preocupación. Estos signos no pueden descifrarse en este mundo sin la luz externa de la revelación y sin la luz interna de la fe, sin el “auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad” (DV 5). En este mundo, marcado por el signo del dolor, el hombre que no está incorporado a Cristo, abandonado a sus propias fuerzas, puede descubrir al hacedor omnipotente y al severo juez, pero no al Dios amigo y salvador. Aunque la razón por sí sola descubra a veces a Dios como “principio y fin” del hombre, sin embargo el hombre no regenerado en Cristo no puede comprender:
a) que el “principio” supremo de todas las cosas no tiene solamente para él una universal benevolencia metafísica de “bien que se difunde a sí mismo”, sino que lo ama con un amor personal;
b) que este “fin” no le exige solamente un servicio objetivo sino una entrega personal que se realiza en la amistad.
Por consiguiente, el hombre en estado de pecado original sigue siendo libre, aunque incapaz de optar por Dios como amigo y salvador suyo, ya que le faltan las condiciones para el diálogo, mientras Dios no se le manifieste como salvador dándole la revelación y la gracia. Sin embargo, la alienación no depende exclusivamente de la situación externa en la que el hombre llega a encontrarse sino que supone en el mismo hombre un defecto interno, ya que si tuviese una sensibilidad intelectual y afectiva adecuada a esta tarea podría reconocer al Dios-salvador aun en las manifestaciones imperfectas de la creación. La inadaptación del hombre consiste precisamente en la privación de esa gracia, que eleva el entendimiento y la efectividad del hombre para conocer y amar a Dios como a su “propio Dios y salvador”.


FICHA 6
“Por esta misma razón, el hombre en estado de pecado original está proyectado hacia Cristo solamente en virtud de una ordenación óntica: la verdad es que entonces, infaliblemente, se encaminará a otros fines (hacia su bienestar individual o colectivo, terreno o temporal), o rechazará todo fin, aceptando echar a perder su propia vida: de esta forma “pervertirá” su vida, desviándola del curso de la historia de la salvación. Más aún, impedirá que por Cristo se realice totalmente la idea del Creador sobre él. Rehusará de este modo la unificación de sus diversas inclinaciones, hábitos y acciones en el amor de Dios sobre todas las cosas, rechazará la que debería ser la forma de toda su vida personal y renunciará a la construcción de su propia personalidad moral y a la del mundo. La alienación dialogal con Dios hace que, cuando no se vive en comunión con el creador, el prójimo se convierte en parte del yo egoísta o bien se reduce a ser un medio o un obstáculo para el propio bienestar individual. De este modo el hombre, aunque viva en sociedad, está excluido de toda verdadera comunión universal.” (p. 315)


FICHA 7
“Se puede distinguir cinco aspectos de la unión con Cristo:
1. Cristo ha asumido la naturaleza humana, que es la misma en todos los individuos; esta unión deriva de la encarnación y es llamada por muchos unión física.
2. Por el mero hecho de participar Cristo de la naturaleza humana, es cabeza de todos los hombres, y por eso su obediencia pertenece en cierto modo a cada uno de los hombres, lo mismo que la desobediencia de Adán ha hecho a todos los hombres necesitados de Cristo: unión fundamental.
3. La unión pneumática con Cristo se obtiene por el hecho de que el Espíritu Santo, dado en el bautismo, imprime y comunica la semejanza con Cristo.
4. De esta unión pneumática con Cristo se deriva la unión con él en la acción. Esta unión es considerada por los Padres, bien bajo el punto de vista “intencional”, en cuanto que el justo conoce y ama a Cristo, bien bajo el aspecto de la identidad entre la acción de Cristo y la del justificado, en cuanto que este último, al obrar bajo la influencia del espíritu de Cristo, prolonga y hace presente la acción de Cristo en la tierra.
5. Finalmente, los Padres insisten de una manera muy realista en la unión que establece entre Cristo y los cristianos en virtud de la eucaristía, unión que ellos no restringen solamente a la presencia de las especies eucarísticas en el hombre.” (p. 333)


FICHA 8
“Los hombres quedan justificados al renacer en Cristo. La justificación se describe como “el paso del estado en que el hombre nace hijo del primer Adán al estado de gracia y de adopción de hijos de Dios por el segundo Adán, Jesucristo salvador nuestro.” El comienzo de la justificación viene “de la gracia proveniente de Dios por medio de Jesucristo Jesús”. Los pecadores, mientras se disponen a la justificación, tienen que confiar en “que Dios ha de serles propicio por causa de Cristo”. La causa final de la justificación, además de la gloria de Dios, es también “la gloria de Cristo”; la “causa meritoria” es Jesucristo, que “nos mereció la justificación por su pasión santísima en el leño de la cruz, y satisfizo por nosotros a Dios Padre. La razón de que la fe no baste para la justificación es que la fe, si no se le añade la esperanza y la caridad, no une perfectamente con Cristo, ni hace miembro vivo de su cuerpo”. Los justificados tienen que observar los mandamientos divinos: “porque los que son hijos de Dios aman a Cristo y los que le aman, como él mismo atestigua, guardan sus palabras”. El justificado no tiene que engañarse “pensando que por la sola fe ha sido constituido heredero y ha de conseguir la herencia, aun cuando no padezca juntamente con Cristo, para ser juntamente con él glorificado”. Los justos pueden hacer obras meritorias, como quiera que el mismo Cristo Jesús, como cabeza de los miembros y como vid sobre los sarmientos, constantemente influya su virtud sobre los justificados mismos, virtud que antecede siempre a sus buenas obras, las acompaña y sigue, y sin la cual en modo alguno pudieran ser gratas a dios ni meritorias””; por eso el justificado en tanto merece en cuanto es “miembro vivo de Cristo”.” (p. 335-336)


FICHA 9
“Por consiguiente, el paso del estado de pecado al estado de justicia (la justificación), no puede tener lugar si la voluntad misma no cambia su propia orientación habitual, lo cual requiere necesariamente un acto propio: no es posible concebir que un enemigo se convierta en amigo sin que él mismo no empiece a querer bien a aquel a quien antes odiaba. De aquí se sigue que el adulto que se encuentra en estado de pecado, cuando es justificado por obra de Dios, tiene que consentir necesariamente en su propia justificación, modificando la orientación habitual de su propia voluntad, por medio de un acto con que escoge a Dios como bien supremo y norma de sus acciones. Semejante acto resulta necesario, aunque prescindamos de la deformidad del pecado. Aun cuando un adulto pudiese vivir si haber hecho una opción fundamental por Dios o por sí mismo, sería imposible su justificación sin su consentimiento a la gracia. En dicho hombre hipotético la voluntad debería pasar de un estado neutral, o también de la inclinación puramente natural hacia Dios, a un amor filial al Padre celestial; pues bien, este paso puede tener lugar solamente si la voluntad misma se cambia por medio de un acto, sin que la infusión de una cualidad (de la gracia o de las virtudes) pueda suplir este acto.” (p. 495)


FICHA 10
“La opinión expuesta explica cómo la justificación no es solamente un don, recibido pasivamente, como si fuera extrínseco a la vida personal, como algo que el hombre tiene sin más, sino que es un don que modifica toda la existencia humana, ya que lleva consigo la aceptación de un nuevo papel para con Dios y, por tanto, para con todo el sistema de valores, gracias al cual el hombre es diferente.” (p. 497)


FICHA 10
“874 La fragilidad de nuestra justicia deriva de la imperfección que le es intrínseca, mientras permanecemos en la tierra en espera de que nuestra vida sobrenatural alcance su pleno desarrollo en la visión beatífica. Como ya vimos cuando tratamos de las disposiciones para la justificación, el hombre no se convierte en justo si no realiza una opción fundamental, con la que ame a dios con amor de caridad sobre todas las cosas. La gracia habitual que se le infundió en el instante de la justificación tiene la finalidad de hacer posible este acto, que es al propio tiempo la última disposición para la justificación y su primer fruto. Sin embargo, el acto de caridad, mientras permanecemos en esta vida, no absorbe toda la capacidad de la persona. Aun cuando la opción fundamental por Dios constituya un compromiso sincero y permanente por la gracia de Dios, sin embargo perduran todavía en el hombre otras tendencias, desechadas y debilitadas, pero no eliminadas del todo. De esa forma el hombre puede “distraerse de Dios, esto es, concentrar su atención en alguno de los aspectos parciales de su propia vida hasta llegar a un juicio de valor, según el cual la amistad con Dios, por el hecho de exigir una renuncia a algún bien creado, se le presenta en cierto modo como un mal. De este modo, sigue siendo posible una retractación de la opción fundamental que se ha hecho por Dios. Pero, cuando cesa la opción fundamental hecha por Dios, cesa por ello mismo nuestra justicia, no porque el acto humano tenga la posibilidad de destruir eficientemente la gracia creada, sino porque se ha perdido la capacidad de poseer dicha gracia, poniendo un obstáculo a la acción con que Dios comunica su propia vida a los que lo aman. Este es precisamente el fundamento intrínseco de la doctrina que nos han enseñado las fuentes, se3gún la cual los justos, mientras permanecen en esta vida terrena, pueden perder la justicia que recibieron de Dios.” (p. 563-564)


FICHA 11
“Al romperse con la inserción en Cristo nuestra solidaridad con el mundo, cuya figura pasa, los cristianos nos hemos convertido en primicias del mundo venidero. Esto no significa solamente que el cristiano no tiene que conformarse con la manera de pensar y de vivir de este mundo, colocado bajo la señal del pecado, sino que tiene que portarse como forastero y peregrino “aquí abajo”. La situación del cristiano en el mundo está determinada por la presencia en él de un nuevo principio de vida, por el que la tendencia a la prosperidad terrena ya no es la tenencia dominante: por eso el cristiano está muerto al pecado. El ciudadano del mundo es el hombre viejo, el hombre viejo y carnal; pero, dado que el cristiano, gracias al espíritu que en el habita, ha crucificado al hombre viejo con sus pasiones y deseos, está actualmente crucificado para el mundo y el mundo está crucificado para él, o, lo que es lo mismo, entre el mundo y el cristiano ha habido una escisión; cada uno de ello es insensible al principio vital del otro, está muerto para el otro, está muerto para el otro, y la orientación de uno resulta insensata para el orto. En este sentido se ha dicho que Cristo no ha traído la paz a la tierra sin que más bien una espada que divide al hombre de sus seres más queridos.
Según la enseñanza de la Escritura, por consiguiente, el cristiano a pesar de estar unido a toda la Humanidad por el vínculo de la caridad, no es si n embargo solidario incondicionalmente a ella y de las diversas comunidades. La verdad es que en el mundo está presente el pecado, a causa del cual la vida comunitaria sufre con frecuencia desviaciones contrarias a su debida ordenación. El cristiano no puede ser solidario del mundo, ya que el mundo rechaza la vocación divina y está señalado por el pecado. El hombre en Cristo está penetrado por la misericordia de Dios para con los pecadores, pero no puede menos de condenar sus pecados. Por esta misma razón, las tendencias que predominan en el mundo concreto no son sin más para el cristiano criterios de verdad y de valor. Efectivamente, en el mundo obra no solamente el Espíritu de Dios, sino también el misterio de la iniquidad. Por eso, el cristiano tiene que examinarlo todo de vez en cuando, para conservar únicamente lo que es bueno:
Procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios.
De esta forma, no correrá el riesgo de apagar el Espíritu ni dejarse engañar por discursos seductores inspirados en tradiciones humanas y no en Cristo.” (p. 579-580)


FICHA 12
“Pues bien, al analizar la “imagen objetiva” de las relaciones entre Dios y la realidad creada, podemos vislumbrar cuáles son las exigencias del Espíritu respecto a la nueva realidad en que está inmerso el hombre en Cristo. Podemos poner de relieve la relación intrínseca entre la vida en Cristo y la colaboración por el progreso técnico y cultural del mundo, partiendo de tres puntos de vista:
a) el amor al prójimo,
b) la adhesión a Dios creador,
c) la misión de construir nuestra propia existencia como imagen de Dios.”
(p. 585)

ARTE PARA SERVIR A DIOS Fray Alonso de Madrid

FICHA 1
“...según que de la Santa Escritura se colige, todos somos nacidos en este perecedero mundo, no para reposar ni gozar en los bienes de esta tierra, porque son pequeños y viles, pero para que, tomando de ellos lo que Dios manda para nuestro mantenimiento, ocupemos toda la vida en entender en las muy grandes riquezas de aquel Gran Dios que nos crió para hacernos bienaventurados y poseedores de Sí mismo, que es bien infinito, en quien tenemos todos los bienes muy más en abundancia que bastamos pensarlo.” (p. 31-32)

FICHA 2
“Como seamos criados hombres puros y pobres con poder de tornarnos hombres divinales y de muy altas riquezas, lo que siempre debemos procurar para esto, presupuesto el cierto socorro de Dios, es hacer una mudanza en nuestro ánimo, tal que sintamos que ya nuestra voluntad no se sirve de querer nuestras cosas en cuanto nuestras sino de querer a Dios y cuanto bien tiene Su Majestad, y de querer a nosotros mismos como a cosa suya y como cosa de que El se quiere siempre servir por su merced y bondad infinita, en manera que tengamos siempre sus grandezas y excelencias y gloria infinita como cosas nuestras y más que nuestras, y lo amemos y nos gocemos con ello mucho más que con todo cuanto bien tenemos y esperamos y nos puede venir, teniendo por perfecta bienaventuranza que su majestad tenga tan infinitos bienes como tiene, casi no curando de nosotros, pero procurando con todas nuestras fuerzas de ir al cielo a verlo y gozarlo más cumplidamente, no por gozarnos más sino porque Su Majestad, con gloria infinita, infinitamente quiere de buenos vernos engrandecidos de la muy alta posesión y riquezas que El posee, y que poseen asimismo los que escogen por último descanso y bien que Su Majestad tenga tan alta gloria como tiene, y ésto es ser un espíritu con Dios.”
(p. 34-35)

FICHA 3
“ Tal, pues, ha de ser lo que el siervo de Dios ha de mover a todo deseo y obra, y en la misma manera, quiere decir, que sienta en su alma una gana con que desee y obre lo bueno; y sea la gana porque Dios quiere que nosotros lo obremos y es de ello servido, como si le fuese muy necesario, casi olvidándonos que, mediante las virtudes que procuramos o deseamos u obramos, habremos de alcanzar salud o gloria; porque muy más necesario fin es obrar porque Dios quiere que obremos y por su bondad, que nos necesita a amarle y servirle, que haber bien y gloria para nosotros, porque aún haber bien y gloria más principalmente debemos desearlo porque Dios quiere que lo deseemos y hayamos, y porque habiéndolo lo amemos y sirvamos altamente, que no por nuestro provecho y gozo y gloria. Y es tanta la bondad y grandeza de Dios, que cuanto más de esta arte deseáremos y obráremos, tanto más mereceremos y tanto mayor será nuestra gloria.”
(p. 45)

FICHA 4
“Pongamos de una parte a Dios como a señor y amigo muy grande, y ponga a cada uno a sí mismo de otra parte. Cuando la voluntad se moviere a querer tal virtud o buena obra, mire cada uno a qué fin le mueve, y comúnmente verá en sí miedo de pena o amor de gloria o de virtud. No nos debemos contentar de este motivo, aunque no es malo; pero pues es señora la voluntad de querer uno y dejar otro, y pues también sabemos que es mejor y nos debe más mover el querer de Dios que el propio nuestro, hágase fuerza y deje de querer como solía, y lleve la voluntad a querer como mejor debe, y quiera aquello que hace o desea porque Dios lo quiere y se le debe todo servicio.” (p. 46-47)


FICHA 5
“Y es de notar que, allende del continuo estudio que debemos tener en ejercitar la voluntad en querer las buenas cosas que debemos nosotros desear, y en dejar de querer las malas, para fabricar buenos hábitos y deshacer los malos, pero aún muy en especial cumple aprovecharnos cada rato de este notable (aviso, sugerencia) para refrenar los primeros movimientos, que aun a los muy virtuosos guerrean, o en que nos detenemos o consentimos a las veces, cuando el movimiento es de obra o pensamiento de pecado venial, así como holgamos que sean algo estimados nuestros hechos o dichos, o de las personas que según el mundo amamos, o entristecernos o dolernos de lo contrario, como injurias o disfavores. En lo cual todo detenernos o consentir, aunque sea de suyo mortal, es sin embargo tan dañoso cuanto sabe el que de verdad busca a Dios, porque con ello se embota o agravia el alma para todo lo que debería hacer.
Debe, pues, el que desea siempre ser señor de sí mismo y poderoso de ligeramente bien obrar, dar luego en el primer movimiento un golpe con la voluntad, queriendo las injurias y trabajos, o desdén, o sinsabor, o cualquier contradicción que se nos ofrezca. (p. 76-77)


FICHA 6
“Pues abramos los ojos por Dios y miremos qué justicia es que nuestro Dios y Señor haya sido tan maltratado, injuriado y perseguido por nuestras culpas y para nuestra doctrina (enseñanza), y que nosotros tan sin vergüenza le desamparamos, y no solamente no suframos de hecho injuria ni pena por su servicio, pero ni aun tengamos voluntad de sufrirlo, ni estudiemos en ello, ni lo deseemos, ni aun queremos que se nos hable en ello.” (p. 102)


FICHA 7
“...porque se debe cada uno aborrecer aunque debe bastar por respuesta lo que nuestro Redentor dice, que quien no se aborreciere no puede ser su discípulo, y que si alguno quisiere ir en pos de El que niegue a sí mismo; pero para mayor claridad y contentamiento de quien poco siente, notaremos que por muchas cosas nos es la vida y nos demanda Dios el aborrecimiento de nosotros mismos.
Lo primero, y que debía bastar por segundo y postrero, es que todo cuanto mal tenemos y cuanta falta de bien y virtud, todo nace de aquella parte de adonde no nos aborrecemos. Pruébase, porque todo este mal o falta de bien nos viene de alguna cosa que amamos o deseamos contra o fuera de los mandamientos o consejos de nuestro señor. Sea aun lo segundo, de porqué nos debemos aborrecer, porque, pues habemos sido traidores a Dios pecando, es justo que hagamos toda la satisfacción que pudiéremos, y pues debemos satisfacer mucho según la maldad de nuestro pecado, y podemos poco, debemos a lo menos aborrecernos, como ya es dicho, y querer que todos nos aborrezcan en la manera que pueden sin pecar, porque así satisfagamos a Dios, pues de otra manera no bastan nuestras fuerzas.
Si me preguntáis qué traición es la que el pecador cometió, respondo que es la mayor de las traiciones, porque es dar la muerte o quitar la vida a su Señor, y que esto haga el pecador, San Pablo lo dice cuando afirma que otra vez crucificaron a Cristo por el pecado; y si preguntáis cómo se entiende esto, oíd al mismo San Pablo, que dice: vive en mí Cristo. Entiéndase por la vida espiritual con que vive vivificando las almas y obrando con ellas obras de vida, según está escrito que todas nuestras obras obró Dios en cualquier justo; pues según esto, como no viva de esta manera el pecador, clara verdad es que le está matando. Cuánta traición y maldad sea ésta, y cuan encerradora de males, pésele quien bien sienta.
Sea aun lo tercero, por qué nos debemos aborrecer, y esto es más alto, porque, vaciada nuestra ánima de nuestro propio amor cuanto Dios quiera, sea llena de ese mismo Dios, cuya bondad no sufría vernos vacíos de nuestro amor y no henchirnos del suyo.” (p. 104-106)
FICHA 8
“Quiso nuestro muy alto Dios dejarnos necesitados de su socorro sobrenatural, pues las mercedes para que nos crió son sobrenaturales; y aun quiso que se lo demandásemos, no porque no tiene mayor gana de darlo que nosotros de tomarlo, pero porque poseamos con mayor gloria lo que alcanzáremos con trabajo de pedirlo. Y aún por otra razón, y es porque no solamente de parte de la oración nos hagamos algo merecedores de lo que pedimos, pidiendo según debemos, pero porque en cuanto pedidores importunos nos representemos muchas veces delante del Señor a quien pedimos, y presentados delante de El vengamos en conocimiento de su grandeza; porque cuanto más presente tenemos la cosa tanto más se imprime el conocimiento de ella, y cuanto más conocimiento tuviéremos tanto más nos holguemos con El, y cuanto más nos holgáremos y le conociéremos tanto más le amemos, y cuanto más le amáremos y conociéremos tanto más resplandezca en nuestras almas la luz de su verdad, y cuanto más esta luz resplandeciere con su amor tanto más todo lo que no es de Dios o enderezado en Dios sea reputado nada en nuestros ojos y tanto más aborrezcamos todo mal, y tanto más abracemos con toda virtud y nos alleguemos a ese mismo Dios.
De donde parece claro que la oración por diversas razones es muy cierto camino por diversas razones es muy cierto camino para alcanzar cuanto hubiéremos menester y para llevarnos a la alteza del amor para que nacimos.
Debéis tener la oración, o la necesidad que de la oración tenemos, por una prenda que Dios quiso tener de nosotros para tenernos cerca de sí, porque sabía cierto cuánto bien se nos podría recrecer de su presencia, y cuánto cierto fuera nuestro olvido si tanto no lo hubiéramos menester.”
(p. 114-115)


FICHA 9
“3º El motivo que nos debe mover a pedir es creer que Dios nuestro Señor quiere que hagamos aquello que pedimos, y quiere que se lo pidamos para que mediante nuestra demanda lo merezcamos algo..., y mediante lo que Dios quiere más que todas las cosas, y ejercitados en infinitas veces quererlas actualmente así, no principalmente por nuestro bien, pero (sino) porque su tan excelente querer, todo cuanto le demandáremos vaya enforrado en el tal hábito; y cada punto de lo que oráremos vaya cosido con actualmente querer y desear todo lo que demandamos, porque con ello seamos hechos mayores siervos suyos y con más amor. Bienaventurado quien así orare, porque en breves días será hecho hombre valiente, esforzado y poderoso.” (p. 117-118)
FICHA 10
“...quiere decir que no basta para perfecto motivo del que era que ame, con todo lo demás, pero que sea movido del mismo amor de Dios a pedir la cosa, y no del amor de la cosa deseada, aunque el amor de la cosa deseada y pedida se puede tener con gran perfección y merecimiento, refiriéndolo actualmente a amarlo porque Dios quiere que lo amemos, lo cual ya es otra cosa que casi sale del propósito del orar.
...aquel debe creer que va bien en derecho que tomare por regla continua y se arrimare a un deseo actual de alcanzar orando tantas y tales virtudes que, adornado de ellas, Dios tome gozo de verle y él crezca altamente en su amor.
Quien esto tuviere y demandare perdón de sus pecados o le pesare de ellos, más le moverá un dolor de ver en su alma cosa que ofenda al Señor Dios y un deseo de verla limpia para que ese Señor se sirva de ella, que no un descontentamiento que suele nacer de vernos desconcertados y apartados de la consolación espiritual que solíamos tener o deseábamos o por otros temores.” (p. 119-123)


FICHA 11
“Cumple, empero, esforzarnos mucho a haber grandes y esforzados actos en todo lo sobre dicho, los cuales engendran en nosotros tan esforzado amor sólo de Dios cuanto solía ser el que era grande y fuerte y dulce, junto con el amor de Dios, que era muy poquito, lo cual debemos procurar hasta ya sintamos tanto sabor en pedir ser libres de nuestras angustias por sólo mejor servir a Dios, según es dicho, como solíamos pedir traídos de la gana de ser libres del trabajo que nos fatigaba, lo cual quien lo hiciere así podrá con razón pensar quien tiene el verdadero y puro amor de Dios, que siempre debemos pedir. Grande vuelta es ésta y mudanza de la diestra del Muy Alto. Bienaventurado quien la gustare en la tierra, porque comenzará a morar en los pastos que se alcanzan en la gloria eterna.” (p. 124)


FICHA 12
“Están grandes cosas escritas de las excelencias y maneras de las virtudes, y en muchos libros, pero bienaventurado el que las leyere en el libro de la vida, que es Jesucristo, fuente de sabiduría en el cielo y en la tierra. Aprended de mí, dijo Su Majestad, como en un buen libro, y sean pocas cosas, porque no se olvide, y aun porque serán tales que cuando las hubiérades deprendido os hallaréis llenos de verdadero saber. Aprended, pues, de mí que soy manso y humilde de corazón.
¡Oh, bienaventurada doctrina! ¡Oh, muy luenga brevedad, humildad y paciencia, y que se han de aprender en la fuente de la Sabiduría de Dios! No espere enriquecerse en virtudes si del Hijo de Dios humanado no las aprende, y en especial de su Sagrada Pasión. Este es un minero dado al mundo del Clementísimo Padre, para a manos llenas podamos coger y mirar y siempre oír la alteza de toda virtud. Grande es la presunción del que piensa coger virtudes de otra parte, apartándose del minero tan abundante dado de Dios para esto.” (p. 126 127)


FICHA 13
“Esta humildad el Hijo de Dios es inexplicable, pero según nuestra rudeza conoceremos algo considerando que, siendo Dios infinito y hombre perfectísimo, quiso y escogió con gran gozo ser estimado por muy poca cosa o nonada, y ser tratado como tal con mucha diversidad de vituperios y corrimientos e injurias, desde que nació hasta que sufrió también muerte muy desastrada; y esto todo no porque El lo hubiese menester, pero porque nosotros, que tanta necesidad teníamos, aprendiésemos la manera de humillarnos, la cual consiste en lo sobredicho, de donde veréis cuán reprensible es el que no aprende para sí humildad tan grande, ejercitada con tan gran Señor en sí mismo, y no por sí sino porque nosotros la aprendimos de El.
...pero digo que debemos fabricar nuestra humildad a semejanza de la humildad de nuestro Redentor, porque nuestra vida y poquedad debe querer y desear con gran gozo (otra vez digo con gran gozo porque aquí va el todo) querer ser estimados en nada a los ojos de todos y nuestros, y querer ser tratados como tales, porque ni somos ni merecemos más de nuestro, y puede que el Hijo de Dios nuestro Señor, sin merecerlo, consintió y quiso ser estimado por tal, siendo bien infinito, y tratado como tal por nuestro ejemplo.
3º Podría ser que alguno se maravillara de querer Dios en nosotros tanto menosprecio y humildad, y tan a costa suya, que nos la enseñó por ejemplo. Y notaremos que lo quiso así porque nos pertenece según verdad, porque ningún bien tenemos ni merecemos de nuestro, aunque de mano real de Dios tengamos mucho bien, de lo cual a El solo se debe la honra y estima y a nosotros no, salvo cuanto a El se refiere; y aun no solamente nos pertenece, pero nos es la vida, porque la santa humildad, con menosprecio tenido de voluntad, es perfecta cura de la enfermedad mortal humana, nacida de soberbia, y nunca ninguno perfectamente será sin aquella perfecta humildad, y tanto nos faltare de cura perfecta tanto nos faltará del alimpiamiento del ánima, tanto nos faltará de las mercedes y gracias de Dios, y tanto menos suyos seremos...y ningún discreto debe desechar cosa en que se cumple la voluntad del muy Alto, con gloria y provecho inestimable y perpetuo para sí mismo por trabajo de breve espacio.
¡Oh, cuán injustamente debe ser humilde, humillado y menospreciado el que tantas veces fue traidor al Señor Eterno, dando por el pecado su ánima al demonio y quitándola a quien por ella quiso morir por sola bondad, estoes, al mismo eterno Dios.
Cierto, si esto considerásemos, con gran dolor recibiríamos la honra cuando alguna vez se nos ofreciese, pues vemos muy claro que nos dan lo que desmerecemos, lo que por ventura nos podría hacer impedimento para los bienes muy altos que del precioso menosprecio vinieron también al Rey del cielo y vendrán sin duda a quien por este camino le quisiere acompañar. Podría, empero, alguno en algunos casos querer ser honrado o estimado sin agravio de todo lo dicho de la humildad, lo cual será teniendo respecto a algún servicio de Dios que se crea o vea que redundaría de la tal honra; pero esto aun se debería querer con temor y con algún dolor y mucho tiento.” (p. 131.135)

FICHA 14
“Esta santa obra que Dios siempre obra con todas sus fuerzas infinitas es amarse tanto cuanto su majestad merece, que es infinitamente, porque infinitamente es amable por su infinita bondad y excelencia, y ninguna excelencia hay en el cielo ni en la tierra que no sea más suya que de quienquiera que la posee; y de todo tiene gloria infinita, y ésta ama y en ésta se goza y gloría, y esto quiere que amemos y que pensemos y nos gocemos, pues que ninguna cosa hay tan justa cuanto que todos amemos y bien queramos con todas nuestras lo que nunca deberíamos dejar de amar, si las tuviésemos infinitas; agradezcamos a Dios que suple con sus fuerzas amándose lo que le es debido de cuantos somos. Y amándolo siempre gocémonos, que es de tanta dignidad que nunca, dejando de gozarnos de sus excelencias, hacemos nada según lo que su bondad merece.
Es Dios de tanta grandeza y gloria que ninguna necesidad tiene de nuestros servicios, y si estos nos demanda es porque a nosotros cumple. Solamente quiere que le amemos y nos gocemos de sus bienes, porque esta es su santa obra; y quiere que hagan todos con sus fuerzas lo que El hace con las suyas, y lo demás no lo ha menester. Ni aun esto sino porque es bueno y justo y a nosotros gloriosos, y por esto lo quiere tanto que puso la vida para que muriendo nos convidase a amarlo.
Y si otras cosas hallamos en la Sagrada Escritura que nos demanda y quiere es porque son ayuda para este amor, y porque no son otra cosa los vicios, los cuales son vedados, sino amor desordenado de cosas vanas, que ocupan el lugar diputado para el amor de sólo Dios, ni son para otra cosa las virtudes sino para disponer el alma para este amor, pero son tan necesarias para él que sería gran presunción pensar e alcanzarlas sin mucho ejercicio de virtudes.” (p. 162-164)

FICHA 15
“Quiere decir, y notémoslo en gran manera, que acostumbremos nuestra voluntad en manera que lo sintamos a que se mueva a amar y holgarse de la gloria y riqueza de su Dios, no porque reciba sabor de amarle ni por las mercedes del El recibidas, ni por las que se espera sino, casi olvidado de esto, que le ame como a dignísimo de tener todas las voluntades angélicas y humanas ocupadas en querer holgarse que Su Majestad tenga todo el bien que tiene, aunque nunca nos hubiere de caber parte en ello. Y cierto será tanto mayor nuestra parte cuanto más sin tener ojo a nuestro bien le amáremos.” (p. 169)


FICHA 16
“Manifiesta verdad es que la más noble potencia que Dios puso en nuestro cuero y alma para obrar es la voluntad y, por consiguiente, que la más noble y preciosa obra que se puede hacer es la suya; esto es, querer o mandar lo ya conocido por bueno.
Pero será bien mirar que nosotros y nuestra voluntad somos poca cosa, y si queremos ennoblecer esta voluntad para que su querer sea de mucho precio no hay otro remedio sino unirla y juntarla muy fuertemente con otra voluntad que sea de infinita excelencia, y que la juntemos de tal manera que ninguna otra cosa quiera sino lo que aquella voluntad infinita quisiere, y entonces el querer de nuestra flaca voluntad será de infinito valor y grandeza, pues que no curando de su propio querer tiene el querer de la voluntad infinita, la cual es la voluntad de Dios, el cual siempre quiere y ama y se goza del bien tan infinito que tiene, y quiere asimismo por muchas razones que nosotros queramos esto que El tanto quiere.
Lo primero por su sola voluntad, con la cual quiso que nuestra voluntad, de tan poco valor alcanzase tan alta nobleza que tuviese querer de infinito valor, según es dicho; y lo segundo porque, pues nos crió para tanto bien, es justo que le sirvamos para algo.” (p. 178-179)


FICHA 17
“¿Pero qué será aquello en que le podamos servir, pues que Su Majestad no ha menester ningún servicio, ni aun el mayor que se pueda imaginar ni pensar? Respondo que porque no estamos ociosos, y pues Dios no ha menester ni puede tener más bien del que tiene, que es justo que como buenos serviciales que se alegran del bien de su Señor nos ocupemos toda nuestra vida en gozarnos del bien y gloria que El tiene. Y cierto, quienquiera verá ser muy justo y de mucha grandeza que el cielo y la tierra, dejando toda otra cosa que se puede hacer, se ocupen siempre en gozarse del bien y gloria de que Dios está infinitamente lleno.
Es aún lo tercero porque Dios quiso la unión y juntura de nuestra voluntad en querer lo que El siempre más quiere, porque era muy justo que desde la tierra comenzásemos ya de querer aquella voluntad infinita y de cuyo cumplimiento nos ha de venir la bienaventuranza que en el cielo para siempre esperamos, la cual ya comienza de tener en la tierra quien el tal amor tiene; pues que como los teólogos dicen: gloria est gratia cosummata, quiere decir que la gloria es tener esta caridad en perfección, en manera que acá se comienza y en el cielo se perfecciona. Y será bien platicar esto, declarando cómo en este amor perfeccionado está la gloria del cielo, y aprovechará para nuestro principal intento, que es mostrar la excelencia de esta obra de amor en que estamos. (p. 179-181)


FICHA 18
“Junto con esto notaremos que la bienaventuranza, la cual es gozo perfecto, nace en el cielo de la vista de Dios, el cual en el punto que es visto pone en todos los que le ven en un grandísimo conocimiento de ser dignísimo de bien y gloria infinita, porque en viéndole son todos sabios y discretos para ver lo que a cada uno pertenece, y junto con este conocimiento tienen un amor del mismo Dios sobre todas las cosas, con un deseo no explicable, que tenga todo aquel bien y gloria de que es digno, y a este deseo y voluntad tan grande que cada uno tendrá, sucede que aquel su deseo se cumple en muy más alta manera que ellos bastan a comprender, porque ven y conocen aquel Dios que tanto aman estar adornado de tanto bien y gloria que por ser infinita ni ellos lo pueden del todo conocer ni en él puede haber falta ni crecimiento de gloria.” (p. 181)


FICHA 20
“Poderoso es Dios para poner a quien quisiere en muy alto lugar con sólo un salto, pero tema el que salta, y mire que alguna pensará que es llevado por Dios y no será sino de alguna presunción, cual se debe creer del que dejando el camino evangélico quiere luego saltar en los términos del alto amor, y no quiere decir que los que se aparejan para el muy alto amor le dejen del todo en los principios, salvo que no se den en esos principios tan del todo a él que olviden el aparejo y camino evangélico que el Hijo de Dios nos declara, porque tanto será más cierto el aparejo cuanto más altamente se pusiere en el amor de Dios, haciendo los ejercicios que el evangelio nos muestra y arriba está dicho que son menester para él.”(p. 189)


FICHA 21
“Traiga en su memoria brevemente cuán grande es el bien y gloria de Dios, considerándole muy bueno y dignísimo que todos se gocen del bien infinito que tiene y luego incline su voluntad a querer y holgarse de aquel tanto bien de su Dios, y estése en aquel querer cuanto pudiere. Y si algo se derramare o entibiare, torne luego y dé la vuelta de la misma manera, y así cuanto posible fuere, nunca deje de producir actos de querer todo este bien que Dios le tiene, y dar con el alma mil saltos de gozo, considerándole tan lleno de infinitos bienes, y del mucho continuar esto es por fuerza que seamos llevados a alto amor.
Y no es otra cosa muchas veces producir actos de amor sino como si uno oyese en una hora contar o decir cincuenta notables honras que a un gran amigo suyo habían sido hechas y se gozase de cada una. Cada gozo de estos, nacidos del buen querer, se llama un acto de amor.” (p. 190)


FICHA 22
“Y como no se debe ninguno espantar de tantas diligencias como aquí se ponen para haber este amor, diciendo que sin tantas artes le alcanzaron muchos, porque aunque cierto le alcanzaron muchos antes que esto se escribiese, pero quien bien sintiere lo que quiso decir nuestro Redentor cuando dijo que toda la ley pende del amor, conocerá que ninguno le alcanzó por vía común sin las diligencias que aquí se escriben, las cuales no son sino las que del Santo Evangelio se sacan, declaradas de los santos doctores a este propósito, las cuales Dios nuestro Señor por su magnífica merced cada día ha declarado a chicos y grandes y a escogidos suyos, por la cual merced quiso su bondad que con alguna brevedad se allegasen ahora en forma de arte para todos aquí escrita, para que, pues nuestra flaqueza crecía, abundase la ligereza de saber lo que tanto habíamos menester.”
(p. 194)


FICHA 23
“...dos cosas conviene que mire el que a Diosa quisiese siempre agradar: lo uno, qué quiere que hagamos, y lo otro, cómo quiere que se haga, porque muy poco haría el que hiciere lo que Dios quiere si no lo hiciese como quiere que se haga.
La más excelente de las obras que Dios quiere que hagamos es amarle y pensar en El, pero si esta obra no hiciésemos como El quiere no sería mucho de agradecer.
Otra obra, segunda de esta y semejante a ella que Dios quiere que hagamos es que amemos al prójimo, pero ello por mucho que Dios lo quiere no alcanzaremos illa sublimia proemia de los que bien aman, como Gregorio dice, porque aunque sacra eloquentia no contradicunt a la tal manera de amor para que por ello (exagerando) pequen, empero no se hace como Dios quiere, porque diligatis invicem sicut ego dilexi vos, dijo Su Majestad. Será, pues, bien ver algo de cómo El nos amó para que así sepamos cómo quiere que amemos.” (p. 197)


FICHA 24
“Amónos este Soberano Señor encaminándonos a su muy alto amor. Amónos induciéndonos a los sinsabores de este mundo, y nunca dándonos suelta para los vanos placeres e él, salvo cuando fueran menester para común mantenimiento. Amónos muriendo por darnos virtudes y gloria y de esta manera de amar fue el más amoroso del mundo, pero muy enemigo de todos los vanos amores que los amigos de ahora se tienen y muestran, porque son muy polvorizadores, y plega a Dios que no enlodadores de la voluntad, criada para templo de Dios. Creed que si no enlodan el alma no dijera el Hijo de Dios: el que no aborrece padre y madre, y hermanos, no puede ser mi discípulo.” (p. 197-198)


FICHA 24
“Y tal debe ser el amor que a nuestros prójimos tenemos, esto es, que considerando que son tan queridos de Dios que muriese por ellos, siendo todos sus enemigos, los amemos tanto a todos en todo lo bueno y que han menester para el cuerpo y alma cuanto solemos amar a los que mucho nos contentan, y esto aunque nos sea su conversación enojosa y desabrida, de manera que así les hablemos y así los proveamos de cuanto han menester, como muy queridos de Aquel Padre y Señor que los quiere y lo manda.” (p. 201)


FICHA 25
“También el que se amare de verdadero amor, cuando sintiere haber recibido alguna merced de Dios debe con todas las entrañas darle las gracias, no por ver a sí mismo más enriquecido sino por verse con más fuerzas para que de él se pueda Dios más servir; como si un caballero se holgase de recibir alguna gran merced el rey porque con las mayores riquezas le podría hacer mayores servicios y placeres, sin respecto de otras mercedes.
Y si no es otra cosa hacer gracias a Dios (lo cual algunos no saben) sino un acto interior del alma con el cual, reconociendo a Dios por Señor infinito de quien todo bien mana, se goza el que recibe el beneficio de toda la gloria de Dios y de verse más hábil por el tal beneficio para más amar y servir.
Y extendiendo más lo sobredicho por ser gran cosa, notaremos que con el conocimiento y gozo que se acaba de decir debemos en cada merced que recibimos ofrecer a Dios todo cuanto somos, deshaciéndonos en la voluntad de nosotros mismos, para que del todo nos empleemos en cuerpo y en ánima en su servicio, produciendo a la sazón grandes actos con que nos gocemo9s del gran poder y bondad de Dios, de quien nos vino la merced por la cual al presente le hacemos gracias.” (p. 207-208)


FICHA 26
“Con este mismo movimiento del entendimiento y voluntad y con todos los aparejos ya dichos de nuestro propio deshacimiento, debemos cada día dar muy en especial gracias a Dios, que tanta merced nos hizo en tener Su Majestad tanto bien como tiene para Sí mismo, y debemos dar las mismas gracias y de la misma manera otra vez cada día por las mercedes hechas a la Virgen nuestra Señora, esto es, que considerando sus grandes bienes y gloria, agradezcamos a Dios en especial y singularmente a lo menos una vez cada día las mercedes hechas a todos los bienaventurados de la corte del Cielo, y más en particular la gloria dada a aquellos santos a quien por su grandeza y nuestra devoción somos convidados a honrar en especial, así como son San Juan Bautista y San Juan Evangelista, San Pedro y San Pablo, y nuestro Padre San Francisco, y el ángel que nos guarda, etc.. Dando singulares gracias según es dicho por cada bienaventurado de los nombrados que cada uno a bien tuviere.
Debemos aún considerar las mercedes que del Señor reciben cuantos viven en este mundo, y en especial las hechas a los que mal nos tratan y, gozándonos de todo, dar singulares gracias por ello a nuestro Gran Dios Poderoso, de quien todo bien viene.” (p. 209-210)