viernes, 25 de junio de 2010

AD GENTES Sobre la actividad misionera de la Iglesia S.S. Pablo VI 1965.

FICHA 1
“La Iglesia no está verdaderamente fundada ni vive plenamente, ni es sino de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en la mentalidad, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los seglares. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia, hay que atender sobre todo a la constitución de un laicado cristiano maduro.
Los fieles seglares pertenecen plenamente, al mismo tiempo, al Pueblo de Dios y a la sociedad civil: pertenecen al pueblo en que han nacido, de cuyos tesoros culturales empezaron a participar por la educación, a cuya vida están unidos por diversos vínculos sociales, a cuyo progreso cooperan con el esfuerzo en sus profesiones, cuyos problemas sienten ellos como propios y trabajan por solucionar; y pertenecen también a Cristo, porque han sido regenerados en la Iglesia por la fe y por el bautismo, para ser de Cristo por la renovación de la vida y de las obras para que todo se someta a Dios en Cristo, y, por fin, sea Dios todo en todas las cosas.
La obligación principal de estos, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben dar con la vida y con la palabra en la familia, en el grupo social y en el ámbito de su profesión. Debe manifestarse en ellos el hombre nuevo creado según Dios en justicia y santidad verdaderas. Han de reflejar esta renovación de la vida en el ambiente de la sociedad y de la cultura patria, según las tradiciones de su nación. Ellos tienen que conocer esta cultura, restaurarla y conservarla, desarrollarla según las nuevas condiciones y, en fin, perfeccionarla en Cristo, para que la fe de Cristo y la vida de la Iglesia no sean extrañas a la sociedad en que viven sino que empiece a penetrarla y transformarla. Unanse a sus conciudadanos con verdadera caridad, a in de que en su trato aparezca el nuevo vínculo de unidad y de solidaridad universal que fluye del misterio de Cristo. Siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de vida y de trabajo, obligación que urge más, porque muchos hombres no pueden oír hablar del Evangelio ni conocer a Cristo más que por sus vecinos laicos. Más aún, donde sea posible, estén preparados los seglares a cumplir la misión especial de anunciar el Evangelio y de comunicar la doctrina cristiana, en una cooperación más inmediata con la jerarquía, para dar vigor a la Iglesia naciente.
Los ministros, por su parte, aprecien grandemente el laborioso apostolado activo de los seglares. Fórmenlos para que, como miembros de Cristo, sean conscientes de su responsabilidad en favor de todos los hombres; instrúyanlos profundamente en el misterio de Cristo, inícienlos en métodos prácticos y asístanlos en las dificultades, según la constitución Lumen Gentium y el decreto Apostolicam actuositatem.
Observando, pues, las funciones y responsabilidades propias de os pastores y de los seglares, toda la Iglesia joven dé un testimonio vivo y firme de Cristo para convertirse en señal brillante de la salvación, que nos llega de Cristo.
Diversidad en la unidad
22.. La semilla, que es la palabra de Dios, al germinar absorbe el jugo de la tierra buena, regada con el rocío celestial, y lo transforma y se lo asimila para dar al fin fruto abundante. Ciertamente, a semejanza de la economía de la Encarnación, las Iglesias jóvenes, radicadas en Cristo y edificadas sobre el fundamento de los apóstoles, toman, en intercambio admirable, todas las riquezas de las naciones que han sido dadas a Cristo en herencia. Ellas reciben de las costumbres y tradiciones, de la sabiduría y doctrina, de las artes e instituciones de los pueblos todo lo que puede servir para expresar la gloria del Creador, para explicar la gracia del Salvador y para ordenar debidamente la vida cristiana.
Para conseguir este propósito es necesario que en cada gran territorio sociocultural se promueva la reflexión teológica por la que sometan a nueva investigación, a la luz de la tradición e la Iglesia universal los hechos y las palabras reveladas por Dios, consignadas en las Sagradas Escrituras y explicadas por los Padres y el Magisterio de la Iglesia. Así aparecerá más claramente por qué caminos puede llegar la fe a la inteligencia, teniendo en cuenta la filosofía y la sabiduría de los pueblos, y de qué forma pueden compaginarse las costumbres, el sentido de la vida y el orden social con las costumbres manifestadas por la divina revelación. Con ello se descubrirá los caminos para una adaptación más profunda en todo el ámbito de la vida cristiana. Con este modo de proceder se excluirá toda especie de sincretismo y de falso particularismo, se acomodará la vida cristiana a la índole y al carácter de cualquier cultura, y se incorporarán a la unidad católica las tradiciones particulares, con las cualidades propias de cada raza, ilustradas con la luz del evangelio. Finalmente, las iglesias particulares jóvenes, adornadas con sus tradiciones, tendrán su lugar en la comunión eclesiástica, permaneciendo íntegro el primado de la cátedra de Pedro, que preside toda asamblea de la caridad.” (p. 225-226)

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