FICHA 1
“Porque amar a un ser en Dios y por Dios –hablo aquí del amor de amistad, no del amor de concupiscencia-, no es tratarlo como a un puro medio o una pura ocasión de amar a Dios, es decir, dispensarse de amarlo (y al mismo tiempo cesar de amar de veras a Dios, que no es verdaderamente amado si no se ama también a sus imágenes visibles; es amar a este ser y tratarlo como un fin, y querer su bien porque en sí y para sí merece ser amado, es decir, por cuanto ese mérito y esa dignidad de fin dimanan del soberano Amor y de la soberana Amabilidad de Dios.” (p. 23-24)
FICHA 2
“Nos hallamos aquí en la verdadera clave del lado práctico de la contemplación cristiana. Porque a través de Cristo es como el místico cristiano llega a Dios; a través de Cristo Amador y Redentor de los hombres, y habiendo ascendido al Padre a través de Cristo no puede dividir al mundo doliente que hasta el fin de todos los tiempos será la preocupación constante del corazón de Cristo: “la gracia que nos transforma es en realidad la gracia de nuestro Señor crucificado, y si somos transformados de claridad en claridad es para ser asociados a su obra, que consiste en morir por el mundo.” (p. 24-25)
FICHA 3
“Así hay dos cosas que son en realidad dos aspectos complementarios de una vida: está el completo y total desposeimiento de sí mismo y de todo lo que no es de Dios, de tal manera que pueda decir con verdad ”yo vivo más no yo sino que Cristo vive en mí”, el Corazón de Cristo, la voluntad de Cristo, el poder de Cristo. Y está al mismo tiempo lo que se halla contenido en dichas palabras: la plenitud de amor, la superabundancia de vida, el deseo de trabajar y sufrir, aun hasta la muerte, por un mundo que es amado con el amor de Cristo, un amor que se extiende a todo, un amor para el cual nada es demasiado pequeño, demasiado pobre, demasiado débil, demasiado pecaminoso.” (p. 25-26)
FICHA 4
“Buscad primero el Reino de Dios: no debemos considerar la contemplación como un medio para la acción, aun la acción más elevada; la contemplación no es un medio para un fin, sino un fin en sí misma –un fin tan rico y lleno de vida superabundante que, en efecto, se expresa ineludiblemente en acción, de la misma manera que la visión del artista o del amante se expresa en piedra o en lienzo, en palabras y gestos. Nunca seremos santos si ignoramos nuestra responsabilidad para con el mundo, olvidando la ley del amor, cerrando las entrañas de nuestra misericordia para con el prójimo e intentando construir una felicidad para nuestro uso exclusivo: “En esto conocerán los hombres que sois mis discípulos, si os amáis los unos a otros”; “si alguno dice amar a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ve ¿cómo podrá amar a Dios al cual no ve? Y Ruysbroeck: “sé amable, sé amable, y serás santo”. Sé amable; es fácil ser afable con nuestros amigos, mas ¿dónde encontraremos las fuerzas para ser buenos con todos, ser bueno con la gente que nos irrita, con la gente que nos ataca, desprecia y calumnia? Esto sólo lo encontraremos en el corazón de Cristo.” (p. 26-27)
FICHA 5
“Debemos adquirir una personalidad, carácter y voluntad propios; debemos aprender a ver y a juzgar, tenemos que adquirir la sabiduría de la serpiente y la simplicidad de la paloma. Mas luego, en segundo lugar, debemos preservar esa misma simplicidad, evitar una piedad a nuestro capricho, la determinación de decidir a toda costa por cuenta propia lo que está bien o mal y la idea del hombre como virtuoso por sí mismo, que en vez de hacer de la virtud un culto a Dios, la convierte en algo parecido al culto de sí mismo. Debemos ser capaces de escuchar con simplicidad infantil la voz de Dios e identificar nuestros deseos con los suyos, y luego necesitamos la fuerza y la madurez del adulto para que nuestra obediencia no sea la obediencia de un esclavo o de un autómata sino la dádiva creadora de un amante.” (p. 39)
FICHA 6
“Porque nosotros no hemos sido creados para estar solos sino para vivir en la plenitud de la vida de la familia de Dios, y por esto en el calor e la vida de la familia de Dios; es el pecado lo que nos mantiene apartados y cierra nuestros ojos. Ante todo debemos aprender a ver la manera en que nuestra vida importa que sea vivida: en Dios, en unidad con toda la creación; todas las cosas que Dios ha creado las ha hecho, en último término, de la misma materia, de suerte que hay un lazo entre ellas, como el vínculo de sangre que une a los miembros de una familia. Todas las cosas que Dios ha hecho tienen últimamente el mismo fin, adorarle y ensalzarle, cada uno a su modo; más importante aún: Dios mismo está presente en todas las cosas que ha creado, y su presencia es discernible en ellas a los ojos de la fe, del amor y de la adoración. Nosotros asistimos del mejor modo al cántico de la creación y reconocemos nuestra unidad con todas las cosas verdadera y plenamente cuando aprendemos a verlas en Dios y a Dios en ellas; entonces es cuando ellas nos pueden conducir a El.” (p. 41)
FICHA 7
“Dios nos ha creado para conocerle, amarle, servirle y ser felices. Cuanto más aprendemos, por el arrepentimiento y la oración y la adoración, a conocerle, más le amaremos; cuanto más le amemos, más desearemos servirle, cuanto más le sirvamos , más felices seremos. Y si aprendemos a conocer las obras de su mano, no precisamente como cosas que podemos tener sino parte de la vida que somos, la vida ilimitada de amor y adoración de Dios, entonces le amaremos también debidamente y además querremos servirlas; no nos desviará ni desintegrará la mordedura febril del tiempo, tan fugaz, sino que nos reconstruiremos por nuestra visión de la multiplicidad en la Unidad y por nuestro poder de ver y amar todas las cosas en la paz del interminable presente, y de esta manera nuestro corazón estará en paz porque será colmado por el infinito, que abarca todo cuanto El desea, y aún aquí abajo seremos felices, con la felicidad de aquellos de los cuales es el Reino de los cielos, porque habremos renacido a la vida más abundante, y la vida crecerá incesantemente en nosotros, hasta la perseverancia final, y podremos entrar en el gozo completo y final, la bienaventuranza completa y sin sombras del día eterno.” (p. 45-46)
FICHA 8
“Tenemos los dones que El nos da para llenar nuestros corazones y darle gloria con ellos; el amor que El nos da para con el prójimo y el amar que da a los otros apara con nosotros. Además de esto, debemos participar en su culto y en su amor, en el de toda la familia de Dios: somos sólo administradores. Tenemos los dones de plegaria y virtud que El nos da junto con la ayuda para ascender por la escala de perfección. Tampoco aquí debemos aferrarnos e inquietarnos con los ojos siempre puestos en nosotros mismos; nuestro deber es hacer todo lo posible en el momento presente para hacer de estos dones un culto perfecto, dejando a Dios la cuestión del progreso o fracaso: somos sólo administradores.” (p. 55)
FICHA 9
“El corazón tiene una capacidad infinita, tiene sed de ser, y no estaremos nunca satisfechos mientras no esté aquella capacidad saciada. Por eso intentamos llenarlo atrayendo a nosotros muchas cosas y haciéndolas nuestras, hasta el punto de llenar la casa de muebles, que no nos dejan mover y aun nos molestan. Bienaventurados los pobres de espíritu porque han visto que esta no es manera de conducirse y han conocido que el reino no es la infinidad de poseer sino de ser.” (p. 55-57)
FICHA 10
“Ora con la plegaria del temor, y vive en docilidad al don de amoroso respeto del Espíritu, y entonces adorarás en espíritu y en verdad, y ayudarás a restituir el mundo a la plenitud de la vida de adoración; ayudarás a enseñar a un mundo orgulloso y descuidado en su creencia, en su propia madurez y en su propia autosuficiencia, que no hay vida real -ni por consiguiente verdadera felicidad- sino en la pobreza de espíritu, en la vida infinita de Dios, y enseñarás todo esto sintiéndote tu mismo niño, porque de los niños es el Reino de los cielos.” (p. 68-69)
FICHA 11
“Nuestra civilización intentó en el pasado ordenar su vida y establecer una concepción del mundo sin referencia a Dios; deseaba ser humana y tener un mundo humano, ni más ni menos. Y ahora que recogemos los resultados, sabemos cuán lamentablemente erró. No podía ser de otra manera. No podemos ser solamente humanos; o aceptamos el don de Dios y somos más que humanos, o lo rechazamos y nos hacemos menos que humanos.
Pero si tenemos fe, tenemos, en primer lugar, una concepción muy amplia de la realidad, lo cual incluye, por lo tanto, la última respuesta a las interrogantes e investigaciones de la mente: nada hay demasiado grande para llegar a ser parte de ella. La fe satisface al espíritu porque capacita la inteligencia para ver la multiplicidad en términos del Uno, lo cual es una constante necesidad y deseo de nuestro espíritu.
Más no es precisamente un conocimiento abstracto de la verdad lo que nos ofrece el sacramento del bautismo, es la presencia permanente de la Verdad. Dios está con nosotros y en nosotros. Y ser fiel es, por tanto, vivir siempre en esta presencia, y encontrar en ella tanto la fuerza motivadora como la norma de criterio para toda la vida y acción. El bautismo no sólo da la verdad al entendimiento, sino también fuerza a la voluntad. Se trata de un poder que debe ser transformado en facilidad por medio de un largo y penoso ejercicio, ciertamente. Cuando hablamos de las virtudes infusas no queremos decir que por arte de magia comenzaremos a obrar virtuosamente en todo momento y sin esfuerzo, sino que ya no estamos siempre e inevitablemente sujetos -por la esclavitud del mal- a obrar mal en el mundo: las semillas de la nueva vida están ya dentro de nosotros.
Así, pues, lo que esencialmente se da es el poder entrar en el reino y el poder de la gloria. Cuando el ser humano es así llenado de vida de Dios tiene dentro de sí precisamente una vida que es cielo, aunque la tenga solamente en germen, y todo lo que hace, pensamientos, plegarias y actos, puede incrementar esta vida en su alma y hacerla más y más celestial en sí misma.” (p. 17-72)
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