viernes, 25 de junio de 2010

ARTE PARA SERVIR A DIOS Fray Alonso de Madrid

FICHA 1
“...según que de la Santa Escritura se colige, todos somos nacidos en este perecedero mundo, no para reposar ni gozar en los bienes de esta tierra, porque son pequeños y viles, pero para que, tomando de ellos lo que Dios manda para nuestro mantenimiento, ocupemos toda la vida en entender en las muy grandes riquezas de aquel Gran Dios que nos crió para hacernos bienaventurados y poseedores de Sí mismo, que es bien infinito, en quien tenemos todos los bienes muy más en abundancia que bastamos pensarlo.” (p. 31-32)

FICHA 2
“Como seamos criados hombres puros y pobres con poder de tornarnos hombres divinales y de muy altas riquezas, lo que siempre debemos procurar para esto, presupuesto el cierto socorro de Dios, es hacer una mudanza en nuestro ánimo, tal que sintamos que ya nuestra voluntad no se sirve de querer nuestras cosas en cuanto nuestras sino de querer a Dios y cuanto bien tiene Su Majestad, y de querer a nosotros mismos como a cosa suya y como cosa de que El se quiere siempre servir por su merced y bondad infinita, en manera que tengamos siempre sus grandezas y excelencias y gloria infinita como cosas nuestras y más que nuestras, y lo amemos y nos gocemos con ello mucho más que con todo cuanto bien tenemos y esperamos y nos puede venir, teniendo por perfecta bienaventuranza que su majestad tenga tan infinitos bienes como tiene, casi no curando de nosotros, pero procurando con todas nuestras fuerzas de ir al cielo a verlo y gozarlo más cumplidamente, no por gozarnos más sino porque Su Majestad, con gloria infinita, infinitamente quiere de buenos vernos engrandecidos de la muy alta posesión y riquezas que El posee, y que poseen asimismo los que escogen por último descanso y bien que Su Majestad tenga tan alta gloria como tiene, y ésto es ser un espíritu con Dios.”
(p. 34-35)

FICHA 3
“ Tal, pues, ha de ser lo que el siervo de Dios ha de mover a todo deseo y obra, y en la misma manera, quiere decir, que sienta en su alma una gana con que desee y obre lo bueno; y sea la gana porque Dios quiere que nosotros lo obremos y es de ello servido, como si le fuese muy necesario, casi olvidándonos que, mediante las virtudes que procuramos o deseamos u obramos, habremos de alcanzar salud o gloria; porque muy más necesario fin es obrar porque Dios quiere que obremos y por su bondad, que nos necesita a amarle y servirle, que haber bien y gloria para nosotros, porque aún haber bien y gloria más principalmente debemos desearlo porque Dios quiere que lo deseemos y hayamos, y porque habiéndolo lo amemos y sirvamos altamente, que no por nuestro provecho y gozo y gloria. Y es tanta la bondad y grandeza de Dios, que cuanto más de esta arte deseáremos y obráremos, tanto más mereceremos y tanto mayor será nuestra gloria.”
(p. 45)

FICHA 4
“Pongamos de una parte a Dios como a señor y amigo muy grande, y ponga a cada uno a sí mismo de otra parte. Cuando la voluntad se moviere a querer tal virtud o buena obra, mire cada uno a qué fin le mueve, y comúnmente verá en sí miedo de pena o amor de gloria o de virtud. No nos debemos contentar de este motivo, aunque no es malo; pero pues es señora la voluntad de querer uno y dejar otro, y pues también sabemos que es mejor y nos debe más mover el querer de Dios que el propio nuestro, hágase fuerza y deje de querer como solía, y lleve la voluntad a querer como mejor debe, y quiera aquello que hace o desea porque Dios lo quiere y se le debe todo servicio.” (p. 46-47)


FICHA 5
“Y es de notar que, allende del continuo estudio que debemos tener en ejercitar la voluntad en querer las buenas cosas que debemos nosotros desear, y en dejar de querer las malas, para fabricar buenos hábitos y deshacer los malos, pero aún muy en especial cumple aprovecharnos cada rato de este notable (aviso, sugerencia) para refrenar los primeros movimientos, que aun a los muy virtuosos guerrean, o en que nos detenemos o consentimos a las veces, cuando el movimiento es de obra o pensamiento de pecado venial, así como holgamos que sean algo estimados nuestros hechos o dichos, o de las personas que según el mundo amamos, o entristecernos o dolernos de lo contrario, como injurias o disfavores. En lo cual todo detenernos o consentir, aunque sea de suyo mortal, es sin embargo tan dañoso cuanto sabe el que de verdad busca a Dios, porque con ello se embota o agravia el alma para todo lo que debería hacer.
Debe, pues, el que desea siempre ser señor de sí mismo y poderoso de ligeramente bien obrar, dar luego en el primer movimiento un golpe con la voluntad, queriendo las injurias y trabajos, o desdén, o sinsabor, o cualquier contradicción que se nos ofrezca. (p. 76-77)


FICHA 6
“Pues abramos los ojos por Dios y miremos qué justicia es que nuestro Dios y Señor haya sido tan maltratado, injuriado y perseguido por nuestras culpas y para nuestra doctrina (enseñanza), y que nosotros tan sin vergüenza le desamparamos, y no solamente no suframos de hecho injuria ni pena por su servicio, pero ni aun tengamos voluntad de sufrirlo, ni estudiemos en ello, ni lo deseemos, ni aun queremos que se nos hable en ello.” (p. 102)


FICHA 7
“...porque se debe cada uno aborrecer aunque debe bastar por respuesta lo que nuestro Redentor dice, que quien no se aborreciere no puede ser su discípulo, y que si alguno quisiere ir en pos de El que niegue a sí mismo; pero para mayor claridad y contentamiento de quien poco siente, notaremos que por muchas cosas nos es la vida y nos demanda Dios el aborrecimiento de nosotros mismos.
Lo primero, y que debía bastar por segundo y postrero, es que todo cuanto mal tenemos y cuanta falta de bien y virtud, todo nace de aquella parte de adonde no nos aborrecemos. Pruébase, porque todo este mal o falta de bien nos viene de alguna cosa que amamos o deseamos contra o fuera de los mandamientos o consejos de nuestro señor. Sea aun lo segundo, de porqué nos debemos aborrecer, porque, pues habemos sido traidores a Dios pecando, es justo que hagamos toda la satisfacción que pudiéremos, y pues debemos satisfacer mucho según la maldad de nuestro pecado, y podemos poco, debemos a lo menos aborrecernos, como ya es dicho, y querer que todos nos aborrezcan en la manera que pueden sin pecar, porque así satisfagamos a Dios, pues de otra manera no bastan nuestras fuerzas.
Si me preguntáis qué traición es la que el pecador cometió, respondo que es la mayor de las traiciones, porque es dar la muerte o quitar la vida a su Señor, y que esto haga el pecador, San Pablo lo dice cuando afirma que otra vez crucificaron a Cristo por el pecado; y si preguntáis cómo se entiende esto, oíd al mismo San Pablo, que dice: vive en mí Cristo. Entiéndase por la vida espiritual con que vive vivificando las almas y obrando con ellas obras de vida, según está escrito que todas nuestras obras obró Dios en cualquier justo; pues según esto, como no viva de esta manera el pecador, clara verdad es que le está matando. Cuánta traición y maldad sea ésta, y cuan encerradora de males, pésele quien bien sienta.
Sea aun lo tercero, por qué nos debemos aborrecer, y esto es más alto, porque, vaciada nuestra ánima de nuestro propio amor cuanto Dios quiera, sea llena de ese mismo Dios, cuya bondad no sufría vernos vacíos de nuestro amor y no henchirnos del suyo.” (p. 104-106)
FICHA 8
“Quiso nuestro muy alto Dios dejarnos necesitados de su socorro sobrenatural, pues las mercedes para que nos crió son sobrenaturales; y aun quiso que se lo demandásemos, no porque no tiene mayor gana de darlo que nosotros de tomarlo, pero porque poseamos con mayor gloria lo que alcanzáremos con trabajo de pedirlo. Y aún por otra razón, y es porque no solamente de parte de la oración nos hagamos algo merecedores de lo que pedimos, pidiendo según debemos, pero porque en cuanto pedidores importunos nos representemos muchas veces delante del Señor a quien pedimos, y presentados delante de El vengamos en conocimiento de su grandeza; porque cuanto más presente tenemos la cosa tanto más se imprime el conocimiento de ella, y cuanto más conocimiento tuviéremos tanto más nos holguemos con El, y cuanto más nos holgáremos y le conociéremos tanto más le amemos, y cuanto más le amáremos y conociéremos tanto más resplandezca en nuestras almas la luz de su verdad, y cuanto más esta luz resplandeciere con su amor tanto más todo lo que no es de Dios o enderezado en Dios sea reputado nada en nuestros ojos y tanto más aborrezcamos todo mal, y tanto más abracemos con toda virtud y nos alleguemos a ese mismo Dios.
De donde parece claro que la oración por diversas razones es muy cierto camino por diversas razones es muy cierto camino para alcanzar cuanto hubiéremos menester y para llevarnos a la alteza del amor para que nacimos.
Debéis tener la oración, o la necesidad que de la oración tenemos, por una prenda que Dios quiso tener de nosotros para tenernos cerca de sí, porque sabía cierto cuánto bien se nos podría recrecer de su presencia, y cuánto cierto fuera nuestro olvido si tanto no lo hubiéramos menester.”
(p. 114-115)


FICHA 9
“3º El motivo que nos debe mover a pedir es creer que Dios nuestro Señor quiere que hagamos aquello que pedimos, y quiere que se lo pidamos para que mediante nuestra demanda lo merezcamos algo..., y mediante lo que Dios quiere más que todas las cosas, y ejercitados en infinitas veces quererlas actualmente así, no principalmente por nuestro bien, pero (sino) porque su tan excelente querer, todo cuanto le demandáremos vaya enforrado en el tal hábito; y cada punto de lo que oráremos vaya cosido con actualmente querer y desear todo lo que demandamos, porque con ello seamos hechos mayores siervos suyos y con más amor. Bienaventurado quien así orare, porque en breves días será hecho hombre valiente, esforzado y poderoso.” (p. 117-118)
FICHA 10
“...quiere decir que no basta para perfecto motivo del que era que ame, con todo lo demás, pero que sea movido del mismo amor de Dios a pedir la cosa, y no del amor de la cosa deseada, aunque el amor de la cosa deseada y pedida se puede tener con gran perfección y merecimiento, refiriéndolo actualmente a amarlo porque Dios quiere que lo amemos, lo cual ya es otra cosa que casi sale del propósito del orar.
...aquel debe creer que va bien en derecho que tomare por regla continua y se arrimare a un deseo actual de alcanzar orando tantas y tales virtudes que, adornado de ellas, Dios tome gozo de verle y él crezca altamente en su amor.
Quien esto tuviere y demandare perdón de sus pecados o le pesare de ellos, más le moverá un dolor de ver en su alma cosa que ofenda al Señor Dios y un deseo de verla limpia para que ese Señor se sirva de ella, que no un descontentamiento que suele nacer de vernos desconcertados y apartados de la consolación espiritual que solíamos tener o deseábamos o por otros temores.” (p. 119-123)


FICHA 11
“Cumple, empero, esforzarnos mucho a haber grandes y esforzados actos en todo lo sobre dicho, los cuales engendran en nosotros tan esforzado amor sólo de Dios cuanto solía ser el que era grande y fuerte y dulce, junto con el amor de Dios, que era muy poquito, lo cual debemos procurar hasta ya sintamos tanto sabor en pedir ser libres de nuestras angustias por sólo mejor servir a Dios, según es dicho, como solíamos pedir traídos de la gana de ser libres del trabajo que nos fatigaba, lo cual quien lo hiciere así podrá con razón pensar quien tiene el verdadero y puro amor de Dios, que siempre debemos pedir. Grande vuelta es ésta y mudanza de la diestra del Muy Alto. Bienaventurado quien la gustare en la tierra, porque comenzará a morar en los pastos que se alcanzan en la gloria eterna.” (p. 124)


FICHA 12
“Están grandes cosas escritas de las excelencias y maneras de las virtudes, y en muchos libros, pero bienaventurado el que las leyere en el libro de la vida, que es Jesucristo, fuente de sabiduría en el cielo y en la tierra. Aprended de mí, dijo Su Majestad, como en un buen libro, y sean pocas cosas, porque no se olvide, y aun porque serán tales que cuando las hubiérades deprendido os hallaréis llenos de verdadero saber. Aprended, pues, de mí que soy manso y humilde de corazón.
¡Oh, bienaventurada doctrina! ¡Oh, muy luenga brevedad, humildad y paciencia, y que se han de aprender en la fuente de la Sabiduría de Dios! No espere enriquecerse en virtudes si del Hijo de Dios humanado no las aprende, y en especial de su Sagrada Pasión. Este es un minero dado al mundo del Clementísimo Padre, para a manos llenas podamos coger y mirar y siempre oír la alteza de toda virtud. Grande es la presunción del que piensa coger virtudes de otra parte, apartándose del minero tan abundante dado de Dios para esto.” (p. 126 127)


FICHA 13
“Esta humildad el Hijo de Dios es inexplicable, pero según nuestra rudeza conoceremos algo considerando que, siendo Dios infinito y hombre perfectísimo, quiso y escogió con gran gozo ser estimado por muy poca cosa o nonada, y ser tratado como tal con mucha diversidad de vituperios y corrimientos e injurias, desde que nació hasta que sufrió también muerte muy desastrada; y esto todo no porque El lo hubiese menester, pero porque nosotros, que tanta necesidad teníamos, aprendiésemos la manera de humillarnos, la cual consiste en lo sobredicho, de donde veréis cuán reprensible es el que no aprende para sí humildad tan grande, ejercitada con tan gran Señor en sí mismo, y no por sí sino porque nosotros la aprendimos de El.
...pero digo que debemos fabricar nuestra humildad a semejanza de la humildad de nuestro Redentor, porque nuestra vida y poquedad debe querer y desear con gran gozo (otra vez digo con gran gozo porque aquí va el todo) querer ser estimados en nada a los ojos de todos y nuestros, y querer ser tratados como tales, porque ni somos ni merecemos más de nuestro, y puede que el Hijo de Dios nuestro Señor, sin merecerlo, consintió y quiso ser estimado por tal, siendo bien infinito, y tratado como tal por nuestro ejemplo.
3º Podría ser que alguno se maravillara de querer Dios en nosotros tanto menosprecio y humildad, y tan a costa suya, que nos la enseñó por ejemplo. Y notaremos que lo quiso así porque nos pertenece según verdad, porque ningún bien tenemos ni merecemos de nuestro, aunque de mano real de Dios tengamos mucho bien, de lo cual a El solo se debe la honra y estima y a nosotros no, salvo cuanto a El se refiere; y aun no solamente nos pertenece, pero nos es la vida, porque la santa humildad, con menosprecio tenido de voluntad, es perfecta cura de la enfermedad mortal humana, nacida de soberbia, y nunca ninguno perfectamente será sin aquella perfecta humildad, y tanto nos faltare de cura perfecta tanto nos faltará del alimpiamiento del ánima, tanto nos faltará de las mercedes y gracias de Dios, y tanto menos suyos seremos...y ningún discreto debe desechar cosa en que se cumple la voluntad del muy Alto, con gloria y provecho inestimable y perpetuo para sí mismo por trabajo de breve espacio.
¡Oh, cuán injustamente debe ser humilde, humillado y menospreciado el que tantas veces fue traidor al Señor Eterno, dando por el pecado su ánima al demonio y quitándola a quien por ella quiso morir por sola bondad, estoes, al mismo eterno Dios.
Cierto, si esto considerásemos, con gran dolor recibiríamos la honra cuando alguna vez se nos ofreciese, pues vemos muy claro que nos dan lo que desmerecemos, lo que por ventura nos podría hacer impedimento para los bienes muy altos que del precioso menosprecio vinieron también al Rey del cielo y vendrán sin duda a quien por este camino le quisiere acompañar. Podría, empero, alguno en algunos casos querer ser honrado o estimado sin agravio de todo lo dicho de la humildad, lo cual será teniendo respecto a algún servicio de Dios que se crea o vea que redundaría de la tal honra; pero esto aun se debería querer con temor y con algún dolor y mucho tiento.” (p. 131.135)

FICHA 14
“Esta santa obra que Dios siempre obra con todas sus fuerzas infinitas es amarse tanto cuanto su majestad merece, que es infinitamente, porque infinitamente es amable por su infinita bondad y excelencia, y ninguna excelencia hay en el cielo ni en la tierra que no sea más suya que de quienquiera que la posee; y de todo tiene gloria infinita, y ésta ama y en ésta se goza y gloría, y esto quiere que amemos y que pensemos y nos gocemos, pues que ninguna cosa hay tan justa cuanto que todos amemos y bien queramos con todas nuestras lo que nunca deberíamos dejar de amar, si las tuviésemos infinitas; agradezcamos a Dios que suple con sus fuerzas amándose lo que le es debido de cuantos somos. Y amándolo siempre gocémonos, que es de tanta dignidad que nunca, dejando de gozarnos de sus excelencias, hacemos nada según lo que su bondad merece.
Es Dios de tanta grandeza y gloria que ninguna necesidad tiene de nuestros servicios, y si estos nos demanda es porque a nosotros cumple. Solamente quiere que le amemos y nos gocemos de sus bienes, porque esta es su santa obra; y quiere que hagan todos con sus fuerzas lo que El hace con las suyas, y lo demás no lo ha menester. Ni aun esto sino porque es bueno y justo y a nosotros gloriosos, y por esto lo quiere tanto que puso la vida para que muriendo nos convidase a amarlo.
Y si otras cosas hallamos en la Sagrada Escritura que nos demanda y quiere es porque son ayuda para este amor, y porque no son otra cosa los vicios, los cuales son vedados, sino amor desordenado de cosas vanas, que ocupan el lugar diputado para el amor de sólo Dios, ni son para otra cosa las virtudes sino para disponer el alma para este amor, pero son tan necesarias para él que sería gran presunción pensar e alcanzarlas sin mucho ejercicio de virtudes.” (p. 162-164)

FICHA 15
“Quiere decir, y notémoslo en gran manera, que acostumbremos nuestra voluntad en manera que lo sintamos a que se mueva a amar y holgarse de la gloria y riqueza de su Dios, no porque reciba sabor de amarle ni por las mercedes del El recibidas, ni por las que se espera sino, casi olvidado de esto, que le ame como a dignísimo de tener todas las voluntades angélicas y humanas ocupadas en querer holgarse que Su Majestad tenga todo el bien que tiene, aunque nunca nos hubiere de caber parte en ello. Y cierto será tanto mayor nuestra parte cuanto más sin tener ojo a nuestro bien le amáremos.” (p. 169)


FICHA 16
“Manifiesta verdad es que la más noble potencia que Dios puso en nuestro cuero y alma para obrar es la voluntad y, por consiguiente, que la más noble y preciosa obra que se puede hacer es la suya; esto es, querer o mandar lo ya conocido por bueno.
Pero será bien mirar que nosotros y nuestra voluntad somos poca cosa, y si queremos ennoblecer esta voluntad para que su querer sea de mucho precio no hay otro remedio sino unirla y juntarla muy fuertemente con otra voluntad que sea de infinita excelencia, y que la juntemos de tal manera que ninguna otra cosa quiera sino lo que aquella voluntad infinita quisiere, y entonces el querer de nuestra flaca voluntad será de infinito valor y grandeza, pues que no curando de su propio querer tiene el querer de la voluntad infinita, la cual es la voluntad de Dios, el cual siempre quiere y ama y se goza del bien tan infinito que tiene, y quiere asimismo por muchas razones que nosotros queramos esto que El tanto quiere.
Lo primero por su sola voluntad, con la cual quiso que nuestra voluntad, de tan poco valor alcanzase tan alta nobleza que tuviese querer de infinito valor, según es dicho; y lo segundo porque, pues nos crió para tanto bien, es justo que le sirvamos para algo.” (p. 178-179)


FICHA 17
“¿Pero qué será aquello en que le podamos servir, pues que Su Majestad no ha menester ningún servicio, ni aun el mayor que se pueda imaginar ni pensar? Respondo que porque no estamos ociosos, y pues Dios no ha menester ni puede tener más bien del que tiene, que es justo que como buenos serviciales que se alegran del bien de su Señor nos ocupemos toda nuestra vida en gozarnos del bien y gloria que El tiene. Y cierto, quienquiera verá ser muy justo y de mucha grandeza que el cielo y la tierra, dejando toda otra cosa que se puede hacer, se ocupen siempre en gozarse del bien y gloria de que Dios está infinitamente lleno.
Es aún lo tercero porque Dios quiso la unión y juntura de nuestra voluntad en querer lo que El siempre más quiere, porque era muy justo que desde la tierra comenzásemos ya de querer aquella voluntad infinita y de cuyo cumplimiento nos ha de venir la bienaventuranza que en el cielo para siempre esperamos, la cual ya comienza de tener en la tierra quien el tal amor tiene; pues que como los teólogos dicen: gloria est gratia cosummata, quiere decir que la gloria es tener esta caridad en perfección, en manera que acá se comienza y en el cielo se perfecciona. Y será bien platicar esto, declarando cómo en este amor perfeccionado está la gloria del cielo, y aprovechará para nuestro principal intento, que es mostrar la excelencia de esta obra de amor en que estamos. (p. 179-181)


FICHA 18
“Junto con esto notaremos que la bienaventuranza, la cual es gozo perfecto, nace en el cielo de la vista de Dios, el cual en el punto que es visto pone en todos los que le ven en un grandísimo conocimiento de ser dignísimo de bien y gloria infinita, porque en viéndole son todos sabios y discretos para ver lo que a cada uno pertenece, y junto con este conocimiento tienen un amor del mismo Dios sobre todas las cosas, con un deseo no explicable, que tenga todo aquel bien y gloria de que es digno, y a este deseo y voluntad tan grande que cada uno tendrá, sucede que aquel su deseo se cumple en muy más alta manera que ellos bastan a comprender, porque ven y conocen aquel Dios que tanto aman estar adornado de tanto bien y gloria que por ser infinita ni ellos lo pueden del todo conocer ni en él puede haber falta ni crecimiento de gloria.” (p. 181)


FICHA 20
“Poderoso es Dios para poner a quien quisiere en muy alto lugar con sólo un salto, pero tema el que salta, y mire que alguna pensará que es llevado por Dios y no será sino de alguna presunción, cual se debe creer del que dejando el camino evangélico quiere luego saltar en los términos del alto amor, y no quiere decir que los que se aparejan para el muy alto amor le dejen del todo en los principios, salvo que no se den en esos principios tan del todo a él que olviden el aparejo y camino evangélico que el Hijo de Dios nos declara, porque tanto será más cierto el aparejo cuanto más altamente se pusiere en el amor de Dios, haciendo los ejercicios que el evangelio nos muestra y arriba está dicho que son menester para él.”(p. 189)


FICHA 21
“Traiga en su memoria brevemente cuán grande es el bien y gloria de Dios, considerándole muy bueno y dignísimo que todos se gocen del bien infinito que tiene y luego incline su voluntad a querer y holgarse de aquel tanto bien de su Dios, y estése en aquel querer cuanto pudiere. Y si algo se derramare o entibiare, torne luego y dé la vuelta de la misma manera, y así cuanto posible fuere, nunca deje de producir actos de querer todo este bien que Dios le tiene, y dar con el alma mil saltos de gozo, considerándole tan lleno de infinitos bienes, y del mucho continuar esto es por fuerza que seamos llevados a alto amor.
Y no es otra cosa muchas veces producir actos de amor sino como si uno oyese en una hora contar o decir cincuenta notables honras que a un gran amigo suyo habían sido hechas y se gozase de cada una. Cada gozo de estos, nacidos del buen querer, se llama un acto de amor.” (p. 190)


FICHA 22
“Y como no se debe ninguno espantar de tantas diligencias como aquí se ponen para haber este amor, diciendo que sin tantas artes le alcanzaron muchos, porque aunque cierto le alcanzaron muchos antes que esto se escribiese, pero quien bien sintiere lo que quiso decir nuestro Redentor cuando dijo que toda la ley pende del amor, conocerá que ninguno le alcanzó por vía común sin las diligencias que aquí se escriben, las cuales no son sino las que del Santo Evangelio se sacan, declaradas de los santos doctores a este propósito, las cuales Dios nuestro Señor por su magnífica merced cada día ha declarado a chicos y grandes y a escogidos suyos, por la cual merced quiso su bondad que con alguna brevedad se allegasen ahora en forma de arte para todos aquí escrita, para que, pues nuestra flaqueza crecía, abundase la ligereza de saber lo que tanto habíamos menester.”
(p. 194)


FICHA 23
“...dos cosas conviene que mire el que a Diosa quisiese siempre agradar: lo uno, qué quiere que hagamos, y lo otro, cómo quiere que se haga, porque muy poco haría el que hiciere lo que Dios quiere si no lo hiciese como quiere que se haga.
La más excelente de las obras que Dios quiere que hagamos es amarle y pensar en El, pero si esta obra no hiciésemos como El quiere no sería mucho de agradecer.
Otra obra, segunda de esta y semejante a ella que Dios quiere que hagamos es que amemos al prójimo, pero ello por mucho que Dios lo quiere no alcanzaremos illa sublimia proemia de los que bien aman, como Gregorio dice, porque aunque sacra eloquentia no contradicunt a la tal manera de amor para que por ello (exagerando) pequen, empero no se hace como Dios quiere, porque diligatis invicem sicut ego dilexi vos, dijo Su Majestad. Será, pues, bien ver algo de cómo El nos amó para que así sepamos cómo quiere que amemos.” (p. 197)


FICHA 24
“Amónos este Soberano Señor encaminándonos a su muy alto amor. Amónos induciéndonos a los sinsabores de este mundo, y nunca dándonos suelta para los vanos placeres e él, salvo cuando fueran menester para común mantenimiento. Amónos muriendo por darnos virtudes y gloria y de esta manera de amar fue el más amoroso del mundo, pero muy enemigo de todos los vanos amores que los amigos de ahora se tienen y muestran, porque son muy polvorizadores, y plega a Dios que no enlodadores de la voluntad, criada para templo de Dios. Creed que si no enlodan el alma no dijera el Hijo de Dios: el que no aborrece padre y madre, y hermanos, no puede ser mi discípulo.” (p. 197-198)


FICHA 24
“Y tal debe ser el amor que a nuestros prójimos tenemos, esto es, que considerando que son tan queridos de Dios que muriese por ellos, siendo todos sus enemigos, los amemos tanto a todos en todo lo bueno y que han menester para el cuerpo y alma cuanto solemos amar a los que mucho nos contentan, y esto aunque nos sea su conversación enojosa y desabrida, de manera que así les hablemos y así los proveamos de cuanto han menester, como muy queridos de Aquel Padre y Señor que los quiere y lo manda.” (p. 201)


FICHA 25
“También el que se amare de verdadero amor, cuando sintiere haber recibido alguna merced de Dios debe con todas las entrañas darle las gracias, no por ver a sí mismo más enriquecido sino por verse con más fuerzas para que de él se pueda Dios más servir; como si un caballero se holgase de recibir alguna gran merced el rey porque con las mayores riquezas le podría hacer mayores servicios y placeres, sin respecto de otras mercedes.
Y si no es otra cosa hacer gracias a Dios (lo cual algunos no saben) sino un acto interior del alma con el cual, reconociendo a Dios por Señor infinito de quien todo bien mana, se goza el que recibe el beneficio de toda la gloria de Dios y de verse más hábil por el tal beneficio para más amar y servir.
Y extendiendo más lo sobredicho por ser gran cosa, notaremos que con el conocimiento y gozo que se acaba de decir debemos en cada merced que recibimos ofrecer a Dios todo cuanto somos, deshaciéndonos en la voluntad de nosotros mismos, para que del todo nos empleemos en cuerpo y en ánima en su servicio, produciendo a la sazón grandes actos con que nos gocemo9s del gran poder y bondad de Dios, de quien nos vino la merced por la cual al presente le hacemos gracias.” (p. 207-208)


FICHA 26
“Con este mismo movimiento del entendimiento y voluntad y con todos los aparejos ya dichos de nuestro propio deshacimiento, debemos cada día dar muy en especial gracias a Dios, que tanta merced nos hizo en tener Su Majestad tanto bien como tiene para Sí mismo, y debemos dar las mismas gracias y de la misma manera otra vez cada día por las mercedes hechas a la Virgen nuestra Señora, esto es, que considerando sus grandes bienes y gloria, agradezcamos a Dios en especial y singularmente a lo menos una vez cada día las mercedes hechas a todos los bienaventurados de la corte del Cielo, y más en particular la gloria dada a aquellos santos a quien por su grandeza y nuestra devoción somos convidados a honrar en especial, así como son San Juan Bautista y San Juan Evangelista, San Pedro y San Pablo, y nuestro Padre San Francisco, y el ángel que nos guarda, etc.. Dando singulares gracias según es dicho por cada bienaventurado de los nombrados que cada uno a bien tuviere.
Debemos aún considerar las mercedes que del Señor reciben cuantos viven en este mundo, y en especial las hechas a los que mal nos tratan y, gozándonos de todo, dar singulares gracias por ello a nuestro Gran Dios Poderoso, de quien todo bien viene.” (p. 209-210)

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