viernes, 25 de junio de 2010

INTRODUCCION AL CRISTIANISMO Ratzinger, Joseph. Edic. Sígueme, Salamanca, 1982, 5ª edic. (327 págs.) (Traducido por José L. Domínguez Villar del origi

FICHA 1 (Fe en Dios como hipótesis indemostrable ahora)
“Dios no es el que de hecho queda fuera del campo visual humano y que podría verse si ese campo se ensanchase. No. Dios es aquel que queda esencialmente fuera de nuestro campo visual por mucho que se extiendan sus límites.
Con ésto se dibuja la silueta de la actitud expresada en la palabra “credo”. Significa que el hombre no ve en su ver, oír, comprender, la totalidad de lo que concierne; significa que el hombre no identifica el espacio de su mundo con lo que él puede ver y comprender sino que busca otra forma de acceso a la realidad; a esta forma la llama fe, y en ella encuentra la abertura decisiva de su concepción del mundo. Si esto es así, la palabra credo encierra una opción fundamental ante la realidad como tal; no significa comprender esto o aquello sino una forma primaria de proceder ante el ser, la existencia, lo propio y todo lo real. Es una opción por lo que no se ve, lo que en modo alguno cae dentro de nuestro campo visual, no se considera como irreal sino como lo auténticamente real, como lo que sostiene y posibilita toda la realidad restante. Es una opción por la que lo que posibilita toda la realidad, otorga verdaderamente al hombre su existencia humana, lo hace posible como hombre y como ser humano. Digámoslo de otro modo: la fe es una decisión por la que afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible sino que choca con lo que no se ve de tal modo que esto le afecta y aparece como algo necesario para su existencia.” (p. 31-32)


FICHA 2 (La fe -como cambio- no pide tampoco pruebas)
“Sin este cambio de la existencia, sin oponerse a la inercia natural, no hay fe. Sí, la fe es la conversión en la que se da cuenta de que va tras de una ilusión al entregarse a lo visible. He aquí la razón profunda por la que la fe es indemostrable: es un cambio del ser, y sólo quien cambia la recibe. Y porque nuestra inercia natural nos empuja en otra dirección la fe es un cambio diariamente nuevo; sólo en una conversión prolongada a lo largo de toda nuestra vida podemos percatarnos de lo que significa la frase “yo creo”.” (p. 32)
FICHA 3 (La fe como puente entre lo eterno y lo temporal)
“La fe pretende ser revelación, ya que parece superar el abismo que yace entre lo eterno y lo temporal, entre lo visible y lo invisible, y porque a Dios nos lo presenta como un hombre, al eterno temporal, como uno de nosotros. Funda su pretensión de ser revelación en que ha introducido lo eterno en nuestro mundo.” (p. 35)


FICHA 4 (La fe no es asible; es sólo visible)
“A considerar en visión sintética los caminos del espíritu humano, tal como nos lo presentan nuestros conocimientos históricos actuales, observaremos que en los diversos períodos de desarrollo del espíritu humano hay tres formas diversas de ponerse en relación con la realidad: la mágica, la metafísica y, por último, la científica (nótese que cuando se dice científico se piensa en las ciencias naturales). Cada una de estas orientaciones fundamentales tiene, a su modo, algo que ver con la fe, pero cada una, también a su modo, se opone a ella. Ninguna se defiende con ella, y ninguna le es sencillamente neutral; todas pueden prestarle servicio, pero todas pueden también ocultarla. La limitación a los fenómenos”, a lo que se puede ver y captar, es una nota característica que condiciona necesariamente todo nuestro sentimiento existencial, y nos asigna un lugar en lo real (aunque incompleto, n. del recop.).” (p. 38)

FICHA 5 (Errada perspectiva de las posibilidades técnicas en la actualidad)
“...en la actualidad y en la Edad Media el hombre estaba orientado hacia lo eterno; después de un corto período en que reinó el historicismo, a lo pasado. Ahora la factibilidad, lo faciendum, lo orienta al futuro que él mismo pueda crear. Antes, los resultados de la doctrina de los orígenes le llevaron a afirmar, resignadamente, que, partiendo de su pasado, no era sino tierra, puro azar de la educación; estaba desilusionado y hasta parecía degradado, pero todo esto ya no le molesta porque ahora, proceda de donde proceda, puede enfrentarse decididamente a su futuro para convertirse a sí mismo en lo que quiera. Ya no le parece imposible hacerse igual a Dios.”
(p. 45-46)

FICHA 6 (La fe como palabra que desenvuelve la inteligencia)
“...¿qué es propiamente la fe? Nuestra respuesta es esta: es la forma de permanecer del hombre en toda la realidad, forma que no se reduce al saber ni que el saber puede medir; es la orientación sin la que el hombre estaría sin patria, la orientación que precede al calcular y actuar humanos, y sin la que no podría ni calcular ni actuar porque eso sólo puede hacerlo en el sentido de la inteligencia que lo lleva. De hecho, el hombre no vive sólo del pan de la factibilidad; como hombre, y en lo más propio de su ser humano, vive de la palabra, del amor, de la inteligencia. La inteligencia es el pan del que se alimenta el hombre en lo más propio de su ser. Sin la palabra, sin la inteligencia, sin el amor, llega pronto a la situación del “ya no puedo más”, aunque viva en medio de un confort extraordinario.” (p. 51)

FICHA 7 (El sustento de lo real es invisible aún, pues Dios es invisible aún)
“En lenguaje más tradicional podemos afirmar que creer cristianamente significa comprender nuestra existencia como respuesta a la palabra, al logos que lleva y sostiene todo. Significa decir sí a la inteligencia que nosotros no podemos hacer aunque sí recibir, a la inteligencia que se nos da para que sólo la tengamos que aceptar y fiarnos de ella. Según eso, la fe cristiana es una opción en pro de que lo recibido precede al hacer. Esto no quiere decir que el hacer se desprecie o se considere superfluo. Sólo porque hemos recibido podemos “hacer”. La fe cristiana significa también, como hemos dicho, una opción en pro de que lo invisible es más real que lo visible. Es afirmación de la supremacía de lo invisible como propiamente real, lo cual nos lleva y autoriza a colocarnos ante lo visible con tranquilidad impertérrita y en la responsabilidad que dimana del verdadero fundamento de todo, de lo invisible.” (p. 52)

FICHA 8 (Creo, luego, hago)
“Quien reflexione sobre ésto se dará cuenta pronto de que la primera y la última palabra del credo –“creo amén”- se entrelazan mutuamente y encierran todas las demás expresiones y constituyen el contexto de todo lo que se halla entre ellas. La resonancia de las palabras “creo” y “amén” muestra el sentido del todo, el movimiento espiritual de que tratamos. Ya dijimos antes que la palabra amén pertenece a la misma raíz que la palabra “fe”. “Amén” dice, a su modo, lo que significa creer: permanecer firme y confiadamente en el fundamento que nos sostiene, no porque yo lo he hecho o lo he examinado sino precisamente porque no lo he hecho ni lo he examinado. Expresa la entrega de sí mismo a lo que nosotros no podemos ni tenemos que hacer, la entrega de sí mismo al fundamento del mundo como inteligencia que me abre en primer lugar la libertad del hacer.” (p. 53)




FICHA 8 (La fe como fundante de la cosmología cristiana, o simplemente cosmología)
“La palabra “amén” expresa la idea de confiar, fidelidad, firmeza, firme fundamento, permanecer verdad. Pues bien, la actitud cristiana expresada con esa palabra significa que aquello en lo que el hombre permanece y que puede ser para él inteligencia, sólo puede ser la verdad misma. Sólo la verdad es el fundamento adecuado de la permanencia del hombre. Por eso el acto de fe cristiana incluye esencialmente la convicción de que el fundamento inteligente, el “logos” en el que nos mantenemos, en cuanto inteligencia también es verdad. La inteligencia que no fuese verdad sería no-inteligencia. La inseparabilidad de la inteligencia, del fundamento y de la verdad, expresada tanto en la palabra “amén” como en la griega “logos” supone toda una concepción del mundo. La inseguridad del a inteligencia, del fundamento y de la verdad, expresada con palabras para nosotros inimitables, muestra la red de coordenadas en las que la fe cristiana considera el mundo y se coloca ante él.” (p. 54)

FICHA 9 (Fe como “comprender“ sin “saber” el cómo, como un niño)
“La forma con la que el hombre entra en contacto con la verdad del ser no es la forma del saber sino la del comprender: comprender la inteligencia a la que uno se ha entregado. Y podemos añadir que sólo en la permanencia se abre la comprensión, no fuera de ella. Una cosa no tiene lugar sin la otra, ya que comprender significa agarrar y entender la inteligencia que se ha recibido como fundamento, como inteligencia. Creo que este es el sentido de lo que llamamos comprender: entender la inteligencia sobre la que nos mantenemos como inteligencia y como verdad, darnos cuenta de que el fundamento es inteligencia.
Si esto es así, la comprensión no supone una contradicción con la fe sino que presenta su auténtico contenido, ya que el saber lo funcional del mundo -cosa que nos brinda el pensamiento científico-natural- no aporta ninguna comprensión del mundo ni del ser. La comprensión nace de la fe. Por eso una tarea primordial de la fe cristiana es la teología, discurso comprensible, lógico (rationale, racional-inteligible) de Dios. Aquí radica el derecho inamovible de lo griego en lo cristiano. Estoy plenamente convencido de que no fue pura casualidad el que el mensaje cristiano, en su primera configuración, entrase en el mundo griego y que se mezclase así con el problema de la comprensión, de la verdad. La fe y la comprensión van tan juntas como la fe y la permanencia, porque permanecer y comprender son inseparables.” (p. 56)

FICHA 9 (El plus de la fe es lo amistoso del asentimiento, el sí a Dios dicho con amor)
“La fe cristiana vive de esto: de que no existe la pura inteligencia sino la inteligencia que me conoce y me ama, de que puedo confiarme a ella con la seguridad de un niño que en el tú de su madre ve resueltos todos sus problemas. Por eso la fe, la confianza y el amor son, a fin de cuentas, una misma cosa, y todos los contenidos alrededor de los que gira la fe no son sino concretizaciones del cambio radical, del “yo creo en tí”, del descubrimiento de Dios en la faz de Jesús de Nazaret, el hombre.” (p. 57-58)

FICHA 10 (La fe tiene un vehículo obligado: la historia del hombre)
“...observar esto (la historia del símbolo o credo) es, a mi modo de ver, importante, ya que pertenece también a la realidad de la fe en el mundo el que el salto audaz a lo infinito que la fe lleva consigo sólo tendrá lugar en la reducción de lo humano. Y cuando el hombre arriesga su grandeza, cuando audazmente da el salto que, superando su sombra, le lleva a la inteligencia que lo sostiene, su obrar no es pura y noble grandeza sino que entonces se revela como esencia disonante que es, en su grandeza, miserable, y en su miseria, todavía más grande. Esto nos dice también que la fe tiene y debe tener algo que ver con el perdón que incita a que los hombres reconozcan que son seres que sólo pueden encontrarse al recibir y prolongar el perdón, y que son una esencia que, en su ser mejor y más puro, necesita el perdón.”
(p. 62-63)

FICHA 11 (Fe como respuesta a una palabra dicha)
“La fe no es una pura cavilación en la que el yo, libre de toda ligadura, se imagina reflexionar sobre la fe; es más bien el resultado de un diálogo, expresión de la audición, de la recepción y de la respuesta que, mediante el intercambio del yo y del tú, lleva al hombre al “nosotros” de quienes creen lo mismo.
En síntesis, puede afirmarse que la fe procede de la “audición”, no de la reflexión”, como la filosofía. Su esencia no estriba en ser proyección de lo concebible, a lo que se ha llegado después de un proceso intelectivo. La fe nace, por el contrario, de la audición, es recepción de lo no pensado, de tal modo que el pensar en la fe es siempre re-flexión sobre lo que antes se ha oído y recibido. ” (p. 66-67)

FICHA 12 (La fe es recibida, nunca imaginada)
“Hay quienes creen que la fe puede nacer porque nos la imaginamos, porque podemos encontrarla siguiendo de la búsqueda privada de la verdad; esta concepción es expresión de un determinado ideal, de una actitud del pensamiento que ignora que lo característico de la fe es ser aceptación de lo que no puedo imaginarme. Pero ha de ser aceptación responsable en la que no considero lo recibido como propiedad mía, no puede aceptarse lo recibido en toda su grandeza, pero sí puedo apropiármelo más y más porque yo mismo me he entregado a ello como a lo más grande...” (p. 67)

FICHA 13 (La idea está dentro, la predicación de la fe está afuera)
“Si bien es verdad que nadie vive sólo de sus propias ideas sino que, consciente o inconscientemente, debe mucho a otros; la idea, lo pensado, es al menos lo que al parecer me pertenece porque ha nacido en mí. El espacio donde se forma la idea es el espacio interno del espíritu, por eso se limita a sí misma; tiene una estructura individualística. Después se puede comunicar, cuando ya ha sido traducida en palabras, que la expresan sólo aproximativamente. En cambio, para la fe lo primario es la palabra predicada. La idea es íntima, puramente espiritual; la palabra, en cambio, es lo que una, es la forma en la que surje, el terreno espiritual, la comunicación; es la forma en la que el espíritu es también humano, es decir, corporal y social.” (p. 68)

FICHA 14 (Fe como diálogo entre Dios y nosotros, y entre nosotros)
“La estructura dialógica de la fe diseña una imagen del hombre. Pero muestra también una imagen de Dios. El hombre logra tratar con Dios cuando trata con los demás hombres, sus hermanos. La fe se ordena por esencia al tú y al nosotros; sólo a base de esta doble condición une al hombre con Dios. Demos vuelta a la frase: la estructura íntima del la fe no separa la relación con Dios de la cohumanidad. La relación con Dios, con el tú y con el nosotros se entrelaza, no se yuxtapone. Desde otro punto de vista podemos afirmar que Dios quiere unir a los hombres sólo mediante los hombres, busca a los hombres en su co-humanidad .” (p. 69)

FICHA 14 (Nada que venga de Dios es para mí solo)
“El programa que Agustín propuso en su juventud Dios y el alma, nada más- es irrealizable, más aún, no es cristiano. El último término, no hay religión en el camino solitario del místico sino en la comunidad de la predicación y del a audición. El diálogo de los hombres con Dios exige y condiciona el diálogo de los hombres entre sí. Quizá, el misterio de Dios sea ya desde el principio -aunque no siempre llegue a feliz término- la más apremiante exigencia de los hombres al diálogo; un diálogo que, por muy cortado y gastado que parezca, hace siempre redundar el “logos”, la auténtica palabra que, a su vez, quieren expresar en continuo ímpetu...El diálogo no tiene todavía lugar cuando se habla sobre algo. Se da auténtico diálogo entre los hombres cuando intentan expresarse a sí mismos, cuando el diálogo se convierte en comunicación. Y eso tiene lugar cuando el hombre se expresa a sí mismo, ya que entonces de alguna forma se habla de Dios, que es el auténtico tema de discusión de los hombres, ya desde el principio de su Historia. Y cuando el hombre se expresa a sí mismo, en la palabra humana entra también, juntamente con el logos humano, el logos de todo ser.” (p. 70)

FICHA 14 (El símbolo como contraseña de pertenencia a la comunidad cristiana)
“La descripción de la profesión de fe como símbolo explica al mismo tiempo su verdadera esencia. Tal fue el sentido que originalmente tuvieron estas formulaciones dogmáticas en la Iglesia: hacer posible la profesión común de fe en Dios, la adoración común. Como sym-bolum alude al otro, a la unidad del espíritu, en una palabra. Rahner tiene razón cuando afirma que el dogma es decir, el símbolo, significa innegablemente una regulación...terminológica que, considerada sólo intelectualmente podría ser distinta, pero que como forma terminológica es introducida en la comunidad de la palabra que se profesa. No es doctrina aislada en sí misma y para sí misma sino forma de nuestro culto divino y de nuestra conversión que es viraje hacia Dios y también hacia los demás, en la común glorificación de Dios. Este es el auténtico contexto de la doctrina cristiana.”
(p. ¿)

FICHA 15 (La fe no es simplemente espiritualismo individual)
“Por eso son esenciales a la fe la profesión, la palabra, la unida que opera, la participación en el culto divino de la asamblea y, por fin, la comunidad que llamamos Iglesia. La fe cristiana no es una idea sino vida; no es espíritu para sí sino encarnación, espíritu en el cuerpo de la Historia y en el nuestro. No es mística de la autoidentificación del espíritu de con Dios sino obediencia y servicio: superación de sí mismo, liberación del yo al ponerse al servicio del todo mediante lo que yo no puedo ni hacer ni pensar” (p. 74)


FICHA 16 (Camino humano para limpiar el concepto histórico de Dios)
“¿Esta decisión por el logos en contra el mito fue el camino justo a seguir? Para dar respuesta satisfactoria al problema tenemos que repasar en nuestra
mente lo que hemos afirmado sobre el desarrollo íntimo del concepto bíblico de Dios, cuyo último estadio ideológico fue la determinación del lugar de lo cristiano en el mundo helenístico. Pero observemos, por otra parte, que también el mundo antiguo -y de forma muy incisiva- conoció el dilema entre el Dios de la fe y el Dios de los filósofos. A lo largo de la historia se fue creando una enemistad cada vez más fuerte entre los dioses místicos de las religiones y el conocimiento filosófico de Dios. Tal enemistad aparece en la crítica de los mitos hecha por los filósofos desde Jenófanes hasta Platón, que quería desechar el clásico mito homérico para sustituirlo con un mito nuevo, con un mito lógico.
La investigación moderna se pone cada día más de acuerdo en que existe un paralelismo sorprendente, tanto temporal como ideológico, entre la crítica filosófica de los mitos de Grecia y la crítica profética de los dioses, Cada una de ellas parte de supuestos distintos y tiene metas también distintas. Pero el movimiento del logos en contra del mito llevado a cabo en la explicación filosófica del espíritu griego –movimiento que conduce finalmente a la caída de los dioses- está en íntimo paralelismo con la explicación de los profetas y de la literatura sapiencial en su desmitologización de las polémicas divinas en favor del único Dios. Aun dentro de su contraposición, ambas tendencias coinciden en la búsqueda del logos. La explicación filosófica y su consideración “física” del ser ha desplazado las apariencias míticas, aun cuando nunca llegó a eliminar la forma religiosa de la veneración de los dioses. También la religión antigua está, pues, dividida por el abismo entre la razón y la piedad. El fracaso de la antigua religión se debió a que no fue capaz de unir las cosas sino que de manera progresiva separó la razón de la piedad, el Dios de la fe del Dios de los filósofos. Lo cristiano hubiese tenido un destino idéntico si, desechando la razón, se hubiese vuelto a lo puramente religioso.
El destino contrario del mito y del evangelio en el mundo antiguo, el fin del mito y la victoria del evangelio, considerado espiritual e históricamente, hay que explicarlo esencialmente por la relación contraria que ambos veían entre la religión y la filosofía, entre la fe y la razón. Lo paradójico de la antigua filosofía estriba, desde un punto de vista histórico- religioso, en que conceptualmente ha destruido el mito, pero al mismo tiempo ha querido legitimarlo desde el punto de vista religioso. Es decir, la antigua filosofía no era religiosamente revolucionaria sino muy evolucionista; consideraba la religión como ordenación de la vida moral, no como verdad. En la carta a los Romanos lo ha descrito Pablo maravillosamente en un lenguaje profético –es decir sapencial- comentando un texto de la literatura sapiencial. Ya en los capítulos 13-15 del libro de la Sabiduría se alude al destino mortal de las antiguas religiones y a la paradoja que existe en la separación de la verdad y la piedad. Pablo resume en pocos versos lo que allí se afirma; en ellos describe la suerte de las antiguas religiones a raíz de la separación del logos y de mito. En efecto, lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se los manifestó, porque desde la creación del mundo lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las criaturas. De manera que son inexcusables, por cuanto conociendo a Dios no lo glorificaron como Dios ni le dieron gracias sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón, y alardeando de sabios se hicieron necios y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos y de reptiles (rom 1, 19-23).
La religión no iba por el camino del logos sino que permanecía en él como mito inoperante. Por eso su fracaso inevitable procede de la separación de la verdad que lleva a que se la considere como pura institutio vitae, es decir, como pura organización y forma de la configuración de la vida. Frente a esta situación Tertuliano describió con palabras sencillas y majestuosas la posición cristiana cuando dijo: Cristo no se llamó a sí mismo costumbre sino verdad.
A mi modo de ver ésta es una de las grandes ideas teológicas de los Padres. Ahí se resume en la maravillosa poesía la lucha de la primitiva Iglesia y la tarea continua que incumbe a la fe cristiana si quiere seguir siendo fiel a sí misma. La divinización de la consuetudo romana, de la “costumbre” de la ciudad e Roma que quiere erigir sus usos en norma autosuficiente de la actitud, contradice la única exigencia de la verdad. Con ello el cristianismo se ha colocado decididamente del lado de la verdad, y se ha separado de una concepción de la religión que se limita a ser forma ceremonial, a la que a fin de cuentas también puede encontrarse un sentido, si se la interpreta.” (p. 110-113)

FICHA 17 (Uso político de la teología o religión)
“La antigüedad se había explicado el dilema de la religión, la separación de la verdad de lo conocido filosóficamente, con la idea de las tres teologías que existían entonces: la teología física, la política y la mítica. Ha justificado la separación del mito y del logos con los sentimientos del pueblo y la utilidad del Estado, ya que la teología mítica posibilita al mismo tiempo la teología política. Con otras palabras: había colocado la verdad en contra de la costumbre, la utilidad en contra de la verdad. Los representantes de la filosofía neoplatónica dieron un paso más adelante, ya que interpretaron el mito ontológicamente, lo explicaron como teología del símbolo, e intentaban así conciliarlo con la verdad por el camino de la interpretación. Pero lo que solamente pude subsistir mediante interpretación en realidad ha terminado ya de existir. Con razón el espíritu humano se vuelve a la verdad misma y no a lo que, sin ser la verdad misma, puede ser indirectamente compatible con ella mediante el método de la interpretación.” (p. 113)


FICHA 18 (Errores históricos y opciones correctas de la Iglesia primitiva)
“En una situación en la que aparentemente desaparece la verdad de lo cristiano, en la lucha por ello se bosquejan los dos métodos a los que en otro tiempo el antiguo politeísmo en su lucha por la subsistencia no pudo hacer frente. Por una parte la verdad se retira del campo de la pura piedad, de la pura fe, de la pura revelación; una retirada que, en realidad, quiérase o no, de manera intencionada o no, asemeja fatídicamente a la separación de la antigua religión del logos, a la huida de la verdad para ir a la costumbre bonita, a la huída a la physis, para ir a la política. Por otra parte se da el método, que yo llamaría en pocas palabras cristianismo de la interpretación, en el que se elimina el escándalo de lo cristiano.
La opción original cristiana es completamente distinta. La fe cristiana optó, como hemos visto, por el Dios de los filósofos en contra de los dioses de las religiones, es decir, por la verdad del ser mismo en contra del mito de la costumbre. En este hecho se apoya la acusación formulada en contra de la primitiva Iglesia que calificaba a sus miembros de ateístas. Tal acusación nace de que la primitiva Iglesia rechazó en efecto todo el mundo de la antigua religio, de que no aceptaba nada de ella, sino que todo lo consideraba como pura costumbre vacía erguida en contra de la verdad. Para los antiguos el Dios abandonado de los filósofos no era significado religiosamente sino una realidad académica, arreligiosa. Dejarlo en pié, confesarlo como único y como todo se consideraba como negación de la religión, de la religio, como ateísmo. En la sospecha de ateísmo contra la que tuvo que enfrentarse el cristianismo primitivo se ve claramente su orientación espiritual, su opción en contra de la religio y de la costumbre carente de verdad, su opción únicamente en pro de la verdad, únicamente en pro de la verdad del ser.” (p. 114)


FICHA 19 (El pensar puro es amor)
“Desenmascaremos un ulterior prejuicio. Siempre nos parece evidente que lo grande ilimitado, el espíritu absoluto, no puede ser sentimiento ni pasión sino solamente pura matemática de todo; sin darnos cuenta afirmamos que el puro pensar es mayor que el amor mientras que el mensaje del evangelio y de la imagen cristiana de Dios corrijen la filosofía, y nos hacen ver que el amor es superior al puro pensar. El pensar absoluto es un amor, no una idea insensible sino creadora, porque es amor.” (p. 118)


FICHA 20 (La filosofía del logos acerca la fe a la comunión de la comprensión de Dios)
“Si, por lo tanto, la opción cristiana en favor del logos es una opción en pro de una inteligencia personal y creadora, es también opción en favor del primado de lo particular sobre lo general. Lo supremo no es lo más general sino lo particular; por eso la e cristiana es ante todo opción por el hombre como esencia irreductible, relacionada con la infinitud. Por eso es también opción en favor del primado de la libertad en contra del primado de la necesidad cósmico-natural. En toda su agudeza sale aquí a la luz lo específico de la fe cristiana frente a otras formas de decisión del espíritu humano. El punto que relaciona al hombre con el credo cristiano es inequívocamente claro.” (p. 130)


FICHA 21 (El logos piensa y pensando crea, y así ama)
“...¿qué significa que el logos, cuyo pensamiento es el mundo, sea persona, y que la fe sea consiguientemente una opción en favor de lo particular y no de lo general? A esto puede darse una respuesta sencilla, ya que en último no significa que ese pensar creador que para nosotros es supuesto y fundamento de todo ser, es en realidad consciente pensar de sí mismo y que no sólo se conoce a sí mismo sino a todo su pensamiento. Además este pensar no sólo conoce sino que ama, es creador es amor, y porque no sólo piensa sino que ama, coloca su pensamiento en la libertad de su propio ser, lo objetiviza, lo hace ser. Todo esto significa que ese pensar sabe su pensamiento en su ser mismo, que lo ama y que amablemente lo lleva; de nuevo llegamos a la frase antes citada: es divino lo que no queda aprisionado en lo máximo sino lo que se contiene en lo mínimo.”(p. 130-131)


FICHA 22 (La libertad tiene intrínseco el riesgo)
“Un mundo que ha sido creado y querido bajo el riesgo de la libertad y del amor no es pura matemática. Es el espacio del amor y, por tanto, de la libertad; el riesgo del mal le acompaña siempre, se aventura en el misterio de la oscuridad por una luz mayor, por la libertad y el amor.” (p. 131)


FICHA 23 (Presencia de Dios como Hijo y como Espíritu)
“Estoes lo que quiere decir que Dios no se acerca a nosotros como Padre sino como Hijo y como hermano. Sin que podamos comprenderlo, pero al mismo tiempo comprensible en sumo grado, se nos manifiesta aquí la duplicidad de Dios, Dios como yo y como tú. A esta nueva experiencia de Dios sigue una tercera: la del espíritu, la de la presencia de Dios en nosotros, en nuestro ser íntimo. Y también se concluye aquí que este “espíritu” no se identifica ni con el Padre ni con el Hijo, pero tampoco es un tercero entre Dios y nosotros, sino el modo en que Dios estaba en nosotros, de tal manera que está en el hombre y en su ser íntimo, pero también infinitamente por encima de él.” (p. 134-135)



FICHA 24 (Valor paradójico de la herejía)
“...cada herejía es más bien la clave de una verdad que permanece y que nosotros podemos ahora juntar a otras expresiones también válidas; en cambio, si las separamos, nos formamos una idea falsa. Con otras palabras: estas experiencias no son monumentos sepulcrales sino piedras de catedral; serán útiles si no permanecen sueltas, si alguien las integra en el edificio. Lo mismo pasa con las fórmulas positivas, que sólo son válidas si son conscientes de su insuficiencia.” (p. 143)


FICHA 25 (Multiplicidad como hecho divino)
“La multiplicidad no es puro desmoronamiento; también ella cae dentro de lo divino, no nace por el puro entrometerse del dyas, de la disgregación. No es el resultado del dualismo de los poderes contrarios sino que responde a la plenitud creadora de Dios, que supera y comprende la unidad y la multiplicidad. La fe trinitaria, que admite el plural en la unidad de Dios, es fundamentalmente la exclusión del dualismo como principio de explicación de la multiplicidad junto a la unidad. Por la fe trinitaria se consolida definitivamente la positiva valoración de lo múltiple. Dios supera el singular y el plural.” (p. 148)


FICHA 26 (Lo diverso como condición de persona)
“La fe cristiana profesa que Dios, la inteligencia creadora, es persona, conocimiento, palabra y amor. Con todo, la profesión de fe en Dios como persona incluye necesariamente la confesión de fe en Dios como relación, como comunicabilidad, como fecundidad. Lo simplemente único, lo que no tiene ni puede tener relaciones, no puede ser persona. No existe la persona en la absoluta en la absoluta singularidad.” (p. 149)


FICHA 27 (Substancia y relación, propiedades de lo divino)
“En Dios no hay accidentes sino sólo substancia y relación. En esas palabras se oculta una imagen revolucionaria del mundo: el omnímodo dominio del pensar sustancial queda destruido; la relación se concibe como una forma primitiva de lo real, del mismo rango que la substancia. Con esto es posible la superación de lo que hoy llamamos “pensar objetivado”, con esto se nos revela un nuevo plan del ser.” (p. 153)




FICHA 28 (El Cristo y Jesús, una misma persona)
“Quien reconoce al Cristo en Jesús y solamente en él, quien reconoce a Jesús como Cristo, quien comprende la total identidad de la persona y de la obra como algo decisivo, deja a un lado la exclusividad de la fe y su oposición al amor, une fe y amor en una misma realidad y no piensa en separarlos. El lazo de unión entre Jesús y el Cristo, la inseparabilidad de la persona y de la obra, la identidad del hombre con su acto de entrega, son el lazo de unión entre el amor y la fe, ya que el yo de Jesús, su persona, que es punto central, tiene esta propiedad: su yo no es en modo alguno un yo separado sino ser procedente del Padre y ser para el vosotros de los hombres. Es identidad de logos (verdad) y de amor; así convierte el amor en logos, en verdad del ser humano.” (p. 177)


FICHA 29 (Reconocer la llamada del necesitado como prueba de ser cristiano)
“Esta es la imagen que Jesús pintó en su parábola del juicio final en Mt 25, 31-66. La profesión de fe en Cristo exigida por el Juez Supremo es haber encontrado a Cristo en los hermanos que necesitan mi ayuda. Confesar a Cristo significa reconocer a Cristo en los hombres que a mi paso cotidiano por el mundo me necesitan, confesar a Cristo es comprender la llamada del amor como exigencia de fe.” (p. 178)


FICHA 30 (Palabra e Hijo son os momentos de relación del Padre con nosotros en JesúsCristo)
“El sí cristiano afirma que Jesús es el Cristo, es decir, aquel en quien se identifican persona y obra; de ahí llegábamos a la unidad de la fe y del amor. La fe cristiana no es pura idea ni puro contenido doctrinal autónomo; por el contrario, está orientado al yo de Jesús, a un yo que es plena “apertura”, plena “palabra”, pleno “Hijo”. También hemos dicho antes que los conceptos “palabra” e “Hijo” expresan el carácter dinámico de la existencia, su pura actualitas. La palabra no es algo cerrado en sí mismo, procede de alguien y se dirige a alguien que ha de escucharle. La palabra consiste en la unión del “de” y del “a”. Como dijimos antes, también el concepto “hijo” indica una parecida duplicidad del “de” y el “para”. Todo eso podemos resumirlo en estas palabras: la fe cristiana no se refiere a ideas sino a una persona, a un yo que es palabra e hijo, total apertura.” (p. 179)




FICHA 31 (Encontrarse en el otro y vivir para el otro)
“El hombre está orientado al otro, al verdaderamente otro, a Dios; está tanto más en sí mismo cuanto más está en el totalmente otro, en Dios. Según eso, el hombre es totalmente él cuando deja de estar en sí, cuando deja de encerrarse en sí mismo y de afirmarse, cuando es pura apertura a Dios. Con otras palabras, el hombre llega a sí mismo cuando se supera. Cristo es el que en verdad se supera sí mismo, por eso es el hombre que en verdad llega a sí mismo.” (p. 201)


FICHA 32 (Jesús como prototipo del hombre futuro, redimido)
“La fe ve en Jesús al hombre en el que, hablando según el esquema biológico, se ha realizado la próxima etapa de la evolución; al hombre en quien ha tenido lugar la ruptura del modo limitado del ser del hombre, de la inclusión monádica. La fe ve en Jesús al hombre en quien no se excluyen la personalización y la socialización sino que se ratifican. El hombre en el que se unen la suprema unidad -Pablo hablaría de “cuerpo de Cristo”, más aún, de quienes “son uno en Cristo”- y la suprema individualidad; la fe contempla en Jesús al hombre en quien la Humanidad toca su futuro y se transforma extraordinariamente en sí misma, porque mediante él toca a Dios, participa de él y alcanza así su más auténtica posibilidad. Partiendo de ahí, la fe ve en Jesús el inicio del movimiento en el que la Humanidad dispersada es introducida en el ser del único Adán, del único “cuerpo”, del hombre futuro. En el ve la fe el movimiento que conduce al futuro del hombre en el que éste queda socializado, incorporado a lo único, pero de tal forma que el individuo no queda eliminado sino que llega plenamente a sí mismo.” (p. 205)


FICHA 33 (La acción de gracias como aceptación del don recibido de Dios)
“Según el Nuevo Testamento, pues, la Cruz es primariamente un movimiento de arriba abajo. No es la obra de reconciliación que la humanidad ofrece al Dios airado sino la expresión del amor incomprensible de Dios que se anonada para salvar al hombre en su acercamiento a nosotros, no al revés. Con este cambio de la idea de expiación, médula de lo religioso, el culto cristiano y toda la existencia toma una nueva dirección. Dentro de lo cristiano la adoración es ante todo acción de gracias por la obra salvífica recibida. Por eso la forma esencial del culto cristiana se llama con razón eucaristía, acción de gracias. En este culto no se ofrece a Dios obras humanas; consiste más bien en que el hombre acepta el don. No glorificamos a Dios cuando nos parece que le ofrecemos algo (¡como si eso no fuese suyo!) sino cuando aceptamos lo suyo y lo reconocemos así como Señor único. Lo adoramos cuando destruimos la ficción de que somos autónomos, contrincantes suyos, cuando en verdad sólo en él y de él podemos ser. El sacrificio cristiano no consiste en el don de lo que Dios no tendría si nosotros no lo diésemos sino en que nos hacemos, plenamente receptores, en que dejamos que él nos dé algo. El sacrificio cristiano consiste en dejar que Dios obre en nosotros.” (p. 246-247)


FICHA 34 (El amor de Dios en Cristo nos trae la Eternidad con su Resurrección)
“El amor funda la inmortalidad. La inmortalidad nace del amor. Esto significa que quien ha amado a todos a fundado para todos la inmortalidad. Este es el sentido de la expresión bíblica que afirma que su resurrección es nuestra vida. Así comprendemos la argumentación de Pablo a primera vista tan especial para nuestro modo de pensar, en su primera carta a los corintios: si él resucitó, también nosotros, porque el amor es más fuerte que la muerte; si él no resucitó, tampoco nosotros, porque entonces la muerte es la que tiene la última palabra. Se trata de una afirmación central...De esto se colige una ulterior consecuencia; es evidente que la vida del resucitado ya no es bios, es decir la forma biológica de nuestra vida mortal intrahistórica sino zoé, vida nueva, distinta, definitiva, vida que mediante un poder más grande ha superado el espacio mortal de la historia del bios. Los relatos neotestamentarios de la resurrección ponen bien de relieve que la vida del resucitado ya no cae dentro de la historia del bios sino fuera y por encima de ella. También es cierto que esta nueva vida se ha atestiguado y debe atestiguarse en la historia personal porque es vida para ella, y porque la predicación cristiana fundamentalmente no es sino la prolongación del testimonio de que el amor ha posibilitado la ruptura mediante la muerte y de que nuestra situación ha cambiado radicalmente. Según todo esto no es difícil encontrar la verdadera “hermenéutica” de los difíciles relatos bíblicos de la resurrección, es decir, saber en qué sentido hay que comprenderlos.” (p. 268)


FICHA 36 (Cielo y vida eterna como logros de Cristo)
“Todo esto nos muestra qué es el cielo considerado cristianamente. No hemos de considerarlo como un lugar eterno y supramundano, ni tampoco como una región eterna y metafísica. Diremos más bien que se entrelazan el “cielo” y la “ascensión de Cristo al cielo”; sólo en esta unión veremos el sentido cristológico, personal e histórico del mensaje cristiano sobre el cielo. Repitámoslo: el cielo no es un lugar que antes de la ascensión de Cristo estaría cerrado por un decreto justiciero y positivista de Dios, pero que después estaría abierto también positivísticamente. La realidad cielo nace más bien mediante la unión de Dios y el hombre. Hemos de definir el cielo como un contacto de la esencia hombre con la esencia Dios. Esta unión de Dios y el hombre en Cristo que venció al bios por la muerte se ha convertido en vida nueva y definitiva. El cielo es, pues, el futuro del hombre y de la humanidad, futuro que no puede darse a sí mismo, futuro que permanece cerrado mientras espera en sí mismo, futuro que por vez primera se abrió en el hombre cuyo lugar existencial era Dios, en el hombre por quien Dios entró en el ser humano. Por eso el cielo es mucho más que un destino privado e individual. Depende necesariamente del “último Adán”, del hombre definitivo, y por eso se integra necesariamente en el futuro común de la Humanidad.
...Hemos dicho que la resurrección y la ascensión del Señor eran la unión definitiva de la esencia hombre con la esencia Dios que da al hombre la posibilidad de conservar siempre su ser. Eso lo entenderíamos como la dinámica preponderancia del amor en contra de la muerte y como la definitiva “mutación” del hombre y del cosmos en la que desaparecen los límites del bios y se vea un nuevo espacio existencial. Cuando esto se realiza se inicia la “escatología”, el fin del mundo. La superación de los límites de la muerte abre la dimensión futura de la humanidad, su futuro ya ha comenzado en realidad. Así se comprende cómo la esperanza de inmortalidad del individuo y la posibilidad de eternidad de la humanidad entera coinciden y se realizan en Cristo que con razón puede llamarse “centro” y “fin” de la historia, si esto se comprende rectamente.”(p. 274-275)

No hay comentarios:

Publicar un comentario